Artista de vocación temprana, ya destacaba de niño en la escuela con sus dibujos al carboncillo, ganándose el reconocimiento de sus profesores. La guerra civil, que le cogió en plena adolescencia, no le impidió seguir desarrollando su afición y de esa época se conservan un gran número de dibujos que iba creando en las trincheras entre el silbar de las balas.
El fin de la guerra supuso la llegada de los años difíciles, había que trabajar duro, y Vicente tuvo que dejar a un lado sus aficiones. Tan solo realizó un par de obras, un retrato de su entonces novia, Luisa, y otra posterior de la plaza de su localidad, Alcañiz.
La jubilación en 1984 puso fin a este vacío creativo y fue entonces cuando por fin pudo desarrollar su talento. |
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Puente viejo. 1936 |
Dos imágenes de la plaza, la de carboncillo de 1935, y la de color de 1944. |
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En el retrato, Luisa, en 1941. |
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No es un cuadro realmente, se trata de un boceto de 1946 del nuevo hogar que estaba proyectando con Luisa. |
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| 1985. Tras cumplir 65 años el 28 de diciembre de 1984, Vicente decide sacar partido a su merecida jubilación, y da rienda suelta a su deseo contenido: volver a pintar. |
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| Desde el primer momento ya se vislumbra un espíritu inquieto que apoyado en el tradicional estilo figurativo muestra su relación de manifiesto odio pero secreto amor con los estilos contemporáneos. Su peculiar sentido de las proporciones, crea bellas metáforas como la de las flores en el huerto. |
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1987.
Tras un paréntesis de un año, vuelve con dos obras en su estilo favorito, el paisaje, en las que prueba una nueva técnica usando una pintura especial al óleo que también se puede trabajar con agua. Abandonará pronto esta técnica y se quedará con las nuevas pinturas acrílicas que tienen apariencia de óleo, pero sin sus desventajas. |
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1988.
Ex-colegiata. Fuera lo superfluo, realce de lo esencial. |
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1989.
Nuevamente una estampa del huerto en la que se deja ver su estilo cercano al figurativo-abstracto, recurriendo a unas llamativas desproporciones junto con una mezcla de colores que exteriorizan su inquietud interior. |
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1990.
Es este un año fértil con cuatro obras en las que en un par de ellas vuelve a su estilo paisajístico, usando acrílico y acuarela.
Y luego tenemos otras dos obras: una con un cándido jarrón en el comedor de su casa con colores desconcertantes en el ventanal, y otra de Luisa en la que vuelve a jugar hábilmente con las desproporciones. |
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1993.
Tras 2 años de parón creativo, de vuelta en este año con dos cuadros. El primero de ellos es un acrílico de un bodegón en el que reúne su habilidad para elegir los colores junto con su inconfundible mano para jugar con la perspectiva.
El otro es una acuarela de tintes románticos, recordando a los caídos en la guerra civil. |
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1994.
Otro año prolífico con cuatro obras entre las que destacan un bodegón de un cubismo muy particular, y un arriesgado desnudo en el que la hoja de parra no tapa sino que se convierte en árbol, quizá el de la fruta prohibida.
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| Las otras dos son un retrato de su nieta Natalia y el escudo de armas de los Serrano. Este año pintó también el escudo de los Pueyo, el cual se encuentra en una colección privada. |
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1995.
En este año Vicente realiza su obra de mayor formato, con casi dos metros de longitud, inspirada en un viejo boceto de la ciudad de Alcañiz, interpretándolo en su genuino estilo. |
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1996.
Una imagen bucólica del huerto. |
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1997.
Nos encontramos con una virgen a la que imprime el personal tratamiento que da a los rostros, y un elemento decorativo en el que se pueden apreciar curiosos detalles al observarlo detenidamente.
El árbol genealógico lo realizó en acuarela incluyendo elementos de “collage”. |
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1998.
Este año Vicente recibe el encargo de hacer un mural para una pared del piso de su hijo José Luis, pero al final se queda en un cuadro: Las Ninfas, inspirado en su querida Luisa.
Vuelve también al tema paisajístico con un valle de León y luego con una obra espectacular de un paraje sito en algún lugar remoto de su mente. |
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1999.
Nos encontramos ante lo que podríamos considerar su único autorretrato. Es en realidad simbólico, representa a un anciano que triste y resignado se dirige hacia el asilo.
Sus temores expresados en esta obra, no se han cumplido por suerte para él. |
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2001.
Un año de descanso y de nuevo vuelta a la creación. La vista de Santa Bárbara fue un encargo de su hijo Vicente. El del centro muestra una vez más su estilo más personal en el que hasta la firma forma parte del singular entorno.
La otra creación de este año, otro paisaje pero esta vez más lejano… |
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2002.
En este año Vicente sorprende con dos obras de temática distinta pero con un punto en común: el detalle que rompe los esquemas. En el primero la torre de la iglesia emerge desde un suelo indescriptible. En el retrato, el hijo mediano, Vicente y Luisa aparecen sobre un fondo rosa dando la sensación de que están siendo abducidos. |
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2003.
Vicente sólo hace una obra que muestra los tejados reformados de la ciudad tras la pedregada. |
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2005.
Tras un año de descanso, 2005 es tiempo de reposiciones y rehace el escudo de los Pueyo que donó en el 94 y la fuente de los 72 caños que también donó a una colección privada. |
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2006.
Y en este año, aunque sólo con una obra, vuelve de nuevo a sorprender con una imagen del castillo en el que los maceteros son los auténticos protagonistas. |
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