Publicado por: jlpueser en General
Penúltima noche en Damasco, la siguiente ya será para coger el avión. Quedan un par de días en Italia, interesantísimos por cierto porque voy a Bari a ver a Flavio, aquel capoeirista de la casa de la Rua do Bispo en Salvador con el que hice tan buenas migas.
Y andaba dándole vueltas a qué escribir en esta última entrada y me ha apetecido contar algunas de esas cosas sobre el comportamiento socio-religioso de estos pueblos que he ido aprendiendo gracias al contacto con ellos. Se ha puesto algo de luz en muchas dudas que tenía, pero aún quedan muchas más sombras para ir desvelando con nuevas experiencias.
Recuerdo en Trípoli la siguiente escena. Estábamos tomando unos tés después de clase en nuestro bar-parque favorito alumnos y profesores cuando en un momento dado comenzó a sonar por los altavoces del minarete cercano la llamada al rezo, una de las cinco de cada día. Miré a mi alrededor y allí estaba mi profe Shahida con su habitual traje tipo monja que estaba enganchada al Narguile, al lado la profe del otro grupo Farah (18 añicos) sin pañuelo alguno y con ropa totalmente europeizada, en frente la hermana de Shahida y responsable del curso, tan seria como su hermana pero sin tapar, al lado estaba Charif también amorrado a la pipa… y mirando en las mesas de alrededor el panorama era similar, hombres y mujeres con variadas vestimentas y estéticas que hicieron el mismo caso al Imán que los de mi mesa: ninguno. Alar mado al darme cuenta de que era el único allí presente que parecía haberse percatado de que era hora de rezar, pregunté a Farah qué estaba ocurriendo, si era normal eso…Ella, con su vaquero ceñido, su camiseta también ajustada y su largo pelo libre para que el viento lo meciera a su antojo, me dijo toda segura de si misma y con gesto de felicidad que era musulmana y que creía fervientemente en Alá, pero que ya rezaría al llegar a casa. Y ahí comenzó una interesantísima conversación-interrogatorio mutuo que duró como un par de horas aislándonos del resto del mundo todo ese placentero tiempo.
También fue interesante la conversación con un joven en el bus camino de Beirut (voy uniendo escenas y luego contaré mi película) que tenía 3 nacionalidades: la libanesa por su padre, la de Surinam por su madre, y la holandesa por haber nacido (y vivido siempre) en Holanda. Todo lo que contaba era muy equilibrado, hablaba de cada cual tiene el derecho a pensar como le apetezca sin que nadie le obligue a nada, que todos debemos respetarnos, y bla, bla, bla, encantador el tipo. Y en un momento en el que hablábamos de mujeres, me dijo “sabes, a mí me gustaría casarme con una mujer que llevara velo”… Suerte que el bus circulaba tranquilote y hubo tiempo para que me diera explicaciones.
Elena también tuvo una conversación larga y jugosa con una madre y sus tres hijas en el chiringuito de una playa de Byblos. Entre todas sacaban adelante el chiringuito mientras el marido andaba feliz dando vueltas por ahí… frieron a preguntas a Elena.
Y luego ha habido infinidad de momentos con variadísimos seres de los dos países que sin pretenderlo, bien por sus palabras, bien por sus actos, iban aportando valiosa información para aprender cada vez un poquito más.
Y para dar forma a esto, y con el evidente riesgo que conllevan las simplificaciones y sobre todo mi breve experiencia, la sensación que me ha quedado es que esta gente, los sirios y los libaneses, comenzando por el aspecto religioso, no es tan distinta a nosotros como quizá podamos pensar viéndolos desde allá lejos.
Sí que parece que el porcentaje de creyentes es mucho mayor que en España, pero la forma en la que cada cual cree, es tan variada como nos pasa a nosotros. Sucede que el velo es llamativo, claro, más aún si van totalmente tapadas, pero si las mujeres católicas tuvieran que llevar velo según las escrituras, España se parecería bastante a esto. Mi madre por ej. imagino que iría tapada completamente, las del Opus también, y así iríamos encontrando una vasta variedad de pañuelos y formas de taparse. El holandés del bus explicó bien lo de taparse: el velo se lleva para mostrar sumisión a Alá, y aunque los hombres no lleven pañuelico, también deben vestir de manera sencilla, para mostrar esa sumisión. Esta religión es sumisión. Imagino que a mayor fe, mayor necesidad de mostrar esa sumisión, y por tanto más tapadas van. El chico este decía, “todas las mujeres que van con pañuelo pero van pintadas y con ropas ajustadas, deberían quitarse el pañuelo, en el fondo no son buenas musulmanas, llevan el pañuelo sólo para parecer buenas chicas y no tener problemas en su casa…”.
Ahí es donde parecen empezar los problemas, en el hogar. Pasamos pues al siguiente aspecto, la familia. Es esta una sociedad todavía muy tradicional, donde la familia tiene un peso tremendo, asfixiante en muchos casos. Aquellas cuatro mujeres de Byblos miraban a Elena atónitas al escuchar cómo ella, divorciada y con una hija, era tan feliz viviendo sola con su hija y no había tenido ningún problema para llevar esto adelante, bueno, sin olvidar que tener que trabajar cada día es un “problema” gordo, claro. Las mujeres, que creo que eran cristianas, le comentaban a Elena que para una mujer árabe no es tan sencillo irse a vivir sola, más bien es casi imposible, o al menos es como lo viven ellas.

Así que no me parece que el problema esté en llevar o no llevar un pañuelo en la cabeza, sino en la perdurabilidad de las tradiciones familiares. Es fácil de entender si se echa la vista atrás en nuestro país tan solo una treintena de años o poco más. Será cosa de dejar pasar un tiempo para que no nos parezcan tan distintos.
Y si entro ahora un poco en el escabroso terreno político, pues lo de Siria se podría denominar como una República Monárquica con tufillo dictatorial. Si bien los de Latakia están bastante contentos con el gran jefe, hijo del añorado padre, los demás no transmiten mucha información, quizá parezcan contentos ya que no oyes quejarse a ninguno, pero la realidad es que no se quejan simplemente porque no pueden hacerlo… Los sueldos son tan miserables como los horarios de trabajo. Por jornadas que no bajan de las 10 horas diarias, un obrero saca menos de 200 euros. Luego está el asunto de los cortes de luz y de agua. La luz se va varias horas al día, depende de barrios, y el agua es al revés, viene algunas horas al día (2 ó 3), y con una bomba hay que llenar el depósito que está arriba. Y si no tienes depósito, no tienes agua. Pero nadie se queja. Todas estas cosas me las contaba el otro día el padre de Nassat cuando llegué a Damasco. Nassat es un amigo de Zaragoza que por circunstancias de la vida que se pueden contar tomando unas cervezas, se quedó en Zaragoza mientras su padre (palestino-jordano) terminaba en Siria.
Un día después, aeropuerto de Damasco.
Vengo de casa del padre de Nassat, me han invitado a cenar para despedirme. De paso he aprendido a hacer falafel, pronto pringaré la cocina con experimentos. De allí he cogido un taxi de un amigo del padre. El precio era de amigo, pero el taxi podría competir con opciones en un concurso de antiguallas en Cuba… Hemos hecho los 30 kilómetros sin luces, suerte que a pesar de la hora (la 1 de la madrugada) había bastante tráfico que iba iluminando la ruta. El buen hombre iba por el medio de la calzada esnifando línea, buscando algún reflejo que le permitiera avanzar. Al llegar le he dado el dinero que me sobraba a ver si le llegaba para comprarse un par de lamparicas…
5 horas después, aeropuerto de El Cairo, en tránsito.
Como siga así a salto de mata, esto se va a eternizar. Me despido. Al llegar a Roma a ver si encuentro un ciber y saco media horica para meter esto antes de coger el tren a Bari. Termino con una simple reflexión que surgió ayer en el albergue charrando con un grupo de 6 españolas y un español todos de 20 añicos. Era enternecedor escucharles, tantas ilusiones, tantos sueños, tantas fantasías, tanto porvenir… para ellos todo era futuro, lejano futuro. Y allí estaba yo, en el mismo albergue que ellos doblándoles con creces su edad, y preguntándome cómo había tardado 23 años más que ellos en venir a Siria… Y me entraron prisas, y comprendí que para mí el futuro es lo que está pasando ahora mismo.

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El encantador dueño del Alyamia Al-arabía posa conmigo en la despedida de su cochambroso hotel. Se desvivía por facilitarnos a los viajeros toda la ayuda que pudiéramos necesitar. Nos escribía extensas notas en árabe para que se las enseñáramos en los microbuses, a los taxistas, en los sitios que visitábamos, etc. para que no tuviéramos ningún problema. Majísimo. Le prometí volver.

El detalle del retrete también tiene su gracia, ¿eh? Es el primero que me encuentro así, y la idea no es mala. Es plegable, y cuando acabas lo dejas colgado de un clavico.
Pero si bien mi intención era ir a Palmira, cambié de idea sobre la marcha. Consiguieron cambiar mi rumbo (sin mucho esfuerzo) un par de mozicas de Madrid que habían dormido en el hotel pero que no nos habíamos visto hasta ese momento de
marchar. Ellas iban a Alepo haciendo parada en el lago Assad (creado por una presa en el Eúfrates a la altura de Ashaura) para darse un bañico. Así que allí que me fui con ellas, y con 3 ingleses también del hotel que casualmente iban allí a pasar el día para luego volver. Mi intención era llegar por la noche a Palmira, no sabía cómo ya que las comunicaciones eran complicadas, pero no me preocupaba demasiado.
 


No fue sencillo llegar al lago ya desde el principio en Deir cuando perdimos el único autobús que iba… Aún así, y gracias a las notas del amigo del hotel, nos metieron en otro microbús que iba cerca. Luego allí unas cuantas ayudas más y por fin vimos el agua. Precioso. Pero el acantilado también era hermoso… La suerte, siempre presente en este viaje y que toma la forma de seres humanos sirios, nos llevó a la orilla del lago de la mano del amable dueño del bar del acantilado, y no nos quiso abandonar en ningún momento por si nos pasaba algo. El lago era muy profundo, decía. Y era cierto, a tres metros de la orilla ya no veías fondo, y eso que las aguas eran de una transparencia y limpieza que nos dejaron pasmados. Y encima estaba a la temperatura ideal. Sólo hubiera faltado una excursión de brasileñas para que eso fuera el paraíso… Pero bueno, tampoco estaban nada mal Cristina y Violeta, y sobre todo eran de esa opinión los pocos lugareños que allí se encontraban y que poco a poco iban aumentando en número. Los minutos en los que habilidosas ellas se pusieron el bikini haciendo virguerías, fueron memorables. Seguro que nunca actriz alguna ha tenido un público tan atento, sin perderse ni un solo segundo de la actuación, sin pestañear, vamos. Luego todos al agua a calmar los ánimos… Hasta que se animaron y se acercaron a socializarse como sólo los sirios saben hacer. Al que le pasa la mano por el hombro a Cristina le falta una pierna, pero nadaba como un campeón y manejaba los brazos con mucha soltura. Ellas no saben cómo, pero en el mismo instante a una le toco las tetas y a la otra el culo; que cada cual imagine cómo hacía para flotar con una sola pierna…
Por fin llegó la hora de las despedidas con promesas de volvernos a ver en Damasco en los próximos días, y los ingleses se quedaron apurando la tarde. El que estaba realmente apurado con el tiempo era yo, ya que no veía cómo me las apañaría para llegar a Palmira. No era fácil, ni siquiera con la ayuda de los sirios. La ayuda comenzó en el bar del acantilado donde el colega tenía un amigo taxista que nos llevaría rápidamente a las chicas a su estación, y mi a la mía, que estaba bastante lejos. Y hay que ver qué pequeño es el mundo, incluso en Siria, que el taxista se me queda mirando y me dice: “tu estuviste en las ciudades muertas, ¿no?”, “sí, sí” le dije. Joder, ¡era el tipo que me llevó aquel día con el coche! Tremendo. El era del pueblo de al lado de las ciudades muertas, Kafar Nubul, pero trabajaba en Ashaura como taxista, a unos 300Km.
En la estación comprobamos que ir a Palmira era imposible, y que mi única opción era desandar lo andado hasta Deir, y de allí ir a Palmira, pero a ver a qué horas… Y las cosas no pintaban bien porque dos autobuses que iban para allí estaban llenos, y a pesar de que el taxista ahí estaba ayudándome con todo, nadie sabía si habría más autobuses. Los sirios son muy amables, creo que ya lo he mencionado alguna vez, pero también reina mucha desorganización… Uno de los buses que estaba lleno llevaba largo rato pitando sin parar porque le faltaba un pasajero. Yo bromeaba con ellos y les decía que hicieran un cambio, que me cogieran a mí. En la estación no estaba el supuesto pasajero. No se lo pensaron mucho. Adentro que me metieron.
Y tampoco se lo pensaron mucho para decirme que dejara mi asiento y me pusiera delante con ellos. Me convertí en el pasatiempo del viaje. Me sentaron en el asiento de al lado del conductor, y los dos ayudantes se sentaron en las escalerillas y ahí estuvimos de charreta todo el viaje. Fue entretenido. El conductor era capaz de fumar, hablar con el móvil y mirar mi lista de vocabulario en árabe, al mismo tiempo que conducía… yo los llevaba por corbata, pero a ver quién dice nada… bueno, sí, les dije que en España si te pilla la poli hablando con el móvil te empapela, pero ya no me sentí capaz de explicarles cúantos años de cárcel te caerían si te pillaban haciendo los malabarismos que el hacía.
A la llegada a Deir, volví a cometer el mismo error que tan jodido me tiene. Volví a pensar que me querían engañar. Les había pagado el billete pero no tenían cambio. Me tenían que devolver el equivalente a unos 12 euros, no era una cantidad desdeñable, y como no comprendía lo que me decían, entendí que el conductor se había ido a su casa con el dinero y que no sabían nada más de él… Me enfadé, claro, sin perder los papeles pero allí estaba sin saber que hacer, “hablando” con los dos ayudantes y con otro pasajero que sabía inglés y que decía, “sí, sí, yo he visto cómo les dabas el dinero y no te devolvían el cambio”. Pero entonces apareció el conductor con el cambio. Se había ido a no se dónde a que le cambiaran el billete que les había dado. Todo fue un malentendido. Los problemas de comunicación son terribles, si pierdes los nervios un malentendido te puede llevar a generar una situación indeseable. Como dice mi buen amigo Sergio B. “nunca hay demasiada calma”.
Pero no era calma lo que necesitaba entonces sino agilidad de movimientos, eran más de las 8 de la noche y ya me veía cumpliendo la promesa de volver a ver al dueño del Alyamia… Pero en ese momento salía un bus que pasaba por Palmira. Me dejaría allí más tarde de las 11 de la noche, pero bueno, en algún hotel tendrían sitio, había que confiar.
Y sí, todo salió bien, ni siquiera tuve que regatear, el primer hotel al que llegué me dio una cuadruple con baño para mi solito por 400 liras, es decir, 6 euros. Regalado. Corren malos tiempos para los hosteleros de Palmira. No hay demasiados turistas que vayan para quedarse, la mayoría hace excursiones de un día desde Damasco o Homs. Así que los de los hoteles, que en su momento supieron abusar de la clientela, ahora están pagando algunos platos rotos.
Y de Palmira, ¿qué contar? Debí hacer unas 200 fotos, así que sólo voy a poner un par, sino va a ser un lío. El que quiera saber cómo era una ciudad romana a lo grande, que venga y lo vea. Estaban locos estos romanos, cuando se liaban a poner columnas no tenían medida…

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Publicado por: jlpueser en General
Durante el fin de semana he tenido la suerte de tener una magnífica visita: Baku y Bonaduce pasaban por aquí en su frenética ruta desde Turquía a Egipto y hemos compartido unas breves horas haciendo de anfitrión todo un extranjero como yo. Se hospedaron en mi hotel, y sin decirles nada ya se percataron de la calaña del depredador y sus secuaces… había varias gacelillas correteando por el recibidor, no sabemos si ajenas a su suerte o provocando aún más la situación. En fin, ha servido para echar unas risas. Y hemos paseado por la ciudad, hemos comido barato y bien, hemos bebido cerveza y zumos hasta sin sed, hemos conocido algún tipo curioso, pero su paso era breve por Alepo, van camino del sur, y mi rumbo continuaba hacia el este. Así que el domingo por la tarde comida de despedida y cada cual a seguir su camino.

Y la llegada a Deir, pese a haberlo hecho a las 9 de la noche, noche cerrada hacía ya bastante rato, ha supuesto un nuevo encuentro con esa población siria de lugares poco turísticos, donde los viajeros son más raros de ver y eso hace que tanto los niños, como los jóvenes y los ancianos, reciban al turista con constantes “welcome” (su palabra favorita en inglés, muchos es la única que deben conocer) y sonrisas que te están diciendo algo así como “oye forastero, nos alegra mucho que hayas querido pasarte por estas tierras a conocernos, deseamos que te sientas como en tu casa”, ante lo cual, no puedes evitar devolverles la sonrisa y repetir a cada paso “mar jabá, mar jabá”.
Pienso en las palabras de Morigán en uno de sus comentarios haciendo referencia a que yo andaba viajando en uno de los países del “eje del mal”. Qué nocivos son muchos de nuestros políticos, produciendo tan solo con sus palabras muchísimo más daño que el bien que supuestamente intentan hacer. No han olvidado aquí a Aznar y sus amistades peligrosas…
Yo, que vivo en un país “civilizado”, no les doy la bienvenida a los extranjeros que llegan a mi pueblo, ni tan siquiera les sonrío, mucho menos les ayudo saliendo corriendo a su encuentro cuando no me lo han pedido y si me lo piden primero les miro con recelo, ni le digo a nadie que entre en mi casa a tomar un té, y desde luego ni se me ha pasado por la cabeza darle mi número de teléfono a un desconocido invitándole a venir a dormir a mi casa a los tres minutos de haberle conocido (a mí me la dieron antes de ayer, en Alepo, un hombre de Homs, así sin más, tras hablar escasos tres minutos de una mesa a otra de un bar). Yo, un habitante del “eje del bien” no hago esas cosas. Y conozco a poquitos que lo hagan (alguno o alguna sí, vale). Pero estos, de quienes nos dicen todos los días nuestros protectores que son tan malos malísimos, sí lo hacen.
No sé si me resultará fácil, pero a la vuelta igual intento ver qué sucede si saludo a un extranjero así sin más en una calle de mi pueblo, y trataré de sonreirle aunque me salga forzado al principio, y si me contesta le preguntaré de dónde viene, aunque creo que no me atreveré a preguntarle si está casado, jaja… Pero es posible que la respuesta que obtenga sea un apartar la mirada, hacer como que no me ha oído, seguir su camino más rápido alejándose de mí… Seguramente sería eso mismo lo que yo haría aquí si fuera ignorado por todos y nunca percibiera algo de cariño por parte de la gente.
En el hotel “Al yamia al arabía” el recibimiento por parte de Nur el Din ha sido también magnífico. Lo primero que ha hecho ha sido servirme un chai, que no un shai (ha matizado que a los tés de aquí les llaman chai y no shai porque los hacen mil veces mejor que en Damasco y el resto de Siria, y hay que hacer la distinción, je; y ciertamente estaba más bueno, al menos a mí me ha gustado más) y mientras me lo bebía me ha explicado con todo detalle sobre un plano de la ciudad que él mismo había pintado a mano, todo lo que me podía hacer falta saber para desenvolverme sin problemas por la ciudad. El hotel en sí está a la altura de lo que pago, 300 liras por la individual (es decir, 4 euros y medio), cutre donde los haya, pero por ese precio es muchísimo más digno que el recordado pero nada añorado de Homs por el que pagaba 500 liras. Pero es que con un recibimiento como el que he tenido, se le puede perdonar todo. Evidentemente la foto no es del hotel… La foto es del restaurante recomendado por los lonly (acierto pleno), el “Lailati”, de curiosa decoración art-decó o algo así, donde me apreté una cena sabrosísma y de ahí a descansar para empezar por la mañana prontito a pasear por las orillas del Eúfrates. Jo, el Eúfrates, qué emoción. Me decía lo mismo ayer un alemán en Alepo “…cuando estuve por primera vez en el Nilo no me lo podía creer, tantos años escuchando historias sobre ese fabuloso río, y estaba por fin chapoteando los pies en sus aguas…”. ¡Y todavía quedan tantos ríos célebres por ver…!
 Pero voy a seguir completando esta entrada (voy escribiéndola poco a poco en el “netbook” cuando el sol acojona demasiado) con la ruta seguida por el Eúfrates (Al-Furat le llaman aquí) llegando hasta dos lugares especiales: Dura Europos y Mari. El primero es una ciudad fortificada greco-romana a orillas del Eúfrates. Cuando el microbús te deja en la carretera a un kilómetro de Dura y miras a tu alrededor y en todas las direcciones sólo ves un interminable desierto, sólo te salva de la angustia el que sabes por los lonly y por haber mirado el mapa, que por algún lugar se avistará pronto el Eúfrates. Y sí, impresiona pasear por esos polvorientos restos de hace 2000 años y al final de la ciudad encontrarte con la magnífica vista de la vega del Eúfrates. Debían vivir bien aquí aquella gente. Ahora bien, el ocasional pero traidor viento que mueve la fina arena de toda esta región, es un punto negativo a tener en cuenta. No me he llevado nada para comer, pero he comido arena hasta hartarme.
El colega de la moto es el encargado de las entradas. Resulta que era día de cierre y ha habido que llamarle por teléfono. Una pareja de alemanes que han hecho el trayecto en taxi (decían que hacía mucho calor para venir en microbuses, hay gente para todo…) se han ocupado de llamarle. Al llegar ha dicho que hoy era su día libre, pero que no pasaba nada, que ya nos abría y que ya le pagaríamos al acabar la visita, que estuviéramos sólo una hora. Yo me he temido que esto iba a costar más dinero del esperado, pero oye, qué se le va a hacer. Pero mira, al acabar ha cobrado la cantidad que era, 75 Liras, y hasta me ha sacado con la moto hasta la carretera en lugar de irse por el camino más recto hacia su casa. Se ha negado a que le diera ni una sola lira. Mira que soy mal pensado…
  Y unos kilómetros más lejos, y a la vez más cerca de Albukamal, frontera con Irak camino de Bagdad, te encuentras con los restos de Mari. Es un lugar mucho más pequeño que Dura, mucho menos que ver, pero a mí me ha tocado más: allí ya vivía gente en el 3.000 a.c., es decir, unos 5.000 años de historia. En este lugar se encontraron miles de tablillas de allá por el 2.000 a.c. con “textos” en escritura cuneiforme que son los primeros escritos que empezó a realizar el homo-sapiens por estas tierras. Aquellos primeros textos tan solo mostraban transacciones comerciales (las ví en los museos de Alepo y de Deir), pero las que datan del 1.800 a.c. ya muestran alguna carta entre reyes, como alguna que escribió Hammurabi (sí, el del código) a algún rey vecino. Fue precisamente Hammurabi el que acabó conquistando y destruyendo Mari. En fin, creo que no es necesario ser arqueólogo para emocionarse al pasear por los polvorientos restos de casas de adobe construidas hace tanto tiempo…
Nada más dejarme en la carretera tocaba esperar bajo un sol implacable a que pasara algún minibús. No ha hecho falta. El primer vehículo que ha pasado ha sido un camión que ha parado sin que yo hiciera señal alguna y me ha llevado hasta Deir. Simpático el hombre, pero con los habituales problemas de comunicación; la lengua árabe, en lo que se refiere a accesibilidad, creo que es inversamente proporcional a la de los que la hablan… Y al llegar, no sabía en que parte de la ciudad estaba, y mientras les preguntaba a unos zagales a ver si me orientaban, un tipo de extraño aspecto (la verdad, me ha dado mala espina, malos pensamientos otra vez) ha venido hacia mí, le he explicado que quería ir al centro, y me ha dicho que subiera al minibús. Me han llevado hasta el mismo centro y no me han querido cobrar nada…
Bueno, toca descansar, mañana cambio de rumbo, creo que a Palmira, quizá hacia el norte, aún no está decidido. Veremos al despertar por dónde sopla el viento, pero me da igual, aquí todo te lo hacen tan sencillo… Sólo hay que tener cuidado de no hacer fotos descuidadamente, je.

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Publicado por: jlpueser en General

No sé con que tipo de “facebook” se manejaban en el 400 y pico d.c. pero Simón el estilita seguro que estaba el primero en todas las listas de popularidad, muy a su pesar. En nuestros días hasta Buñuel le dedicó una película. Y el poder estar allí, subido en lo que queda de la misma columna en la que él vivió, tiene su punto. Paradójicamente, alrededor de la columna en la que Simón pretendía vivir aislado del mundo, se fue creando una gran comunidad: una basílica, monasterios, posadas, el pueblo vecino que creciendo tremendamente… Mi tía Ángela decía, “no hagas cuentas que te saldrán cuentos” y parece que a Simón sus planes ascéticos se le complicaron bastante.

Celeste es una argentina que empezó a viajar hace 10 años y aún no ha parado… y no piensa parar de momento, pues ahora se quiere ir a África a entrevistar a aborígenes que aún se puedan encontrar por allí sobre su forma de entender el mundo; ella es filósofa.
En la foto, el sirio ese que está ayudándola a subir a la columna es un lugareño que pasaba por ahí y haciendo gala de la amabilidad que caracteriza a este pueblo, la agarró por todas las partes de su cuerpo, sobre todo en los lugares donde hay posibilidad de agarrar mejor, y no la soltó hasta que tocó tierra firme. A mí no me ofreció ayuda pero se lo agradecí igualmente.

Había también un interesante baptisterio donde al parecer bautizaban a la gente en serie, como si de una cadena de montaje se tratara. Entraban por un lado y salían por el otro tras la inmersión ya abrazando la fé verdadera. Ahí está Elisse haciendo pruebas con Jessi; convinieron en que la producción de nuevos cristianos debía ser muy rápida y eficaz.
También en los alrededores de Alepo, pero esta vez hacia el sur, se puede hacer una excursión interesantísima, a las ciudades muertas. Se ve que allá por los siglos V y VI d.c., varios cientos de ciudades fueron abandonadas cuando las rutas comerciales cambiaron y dejaron de pasar por ellas. Así que han quedado los restos en algunos casos bastante bien conservados desde hace 1500 años. De las seiscientas poblaciones que se supone que había, sólo visité un par, una que no recuerdo su nombre, y la otra, la más impresionante, Siryila. Llegar hasta ellas no resulta fácil si no tienes vehículo, pero los lugareños se encargan de que todo sea sencillo. Nada más empezar a andar desde Kafr Nubul, el pueblo desde el que partir hacia ellas, sucedió lo que anunciaban los lonly: un tipo que pasaba con su coche se ofreció a llevarme. “No money”, dijo. Son encantadores. Ahí le tenemos en la foto con un arco ahí en pie perfectamente conservado; el amigo parecía un macarrilla de barrio, pero era sólo pose, resultó un tipo bien majo.

Luego la vuelta también la hice en coche, pero no el de un lugareño, sino en el todoterreno BMW de una pareja de extranjeros. El hombre en cuestión resultó ser el embajador de Europa en Damasco… El y su compañera eran griegos, el vivía en Damasco y ella había venido de fin de semana. Y ahí estuvimos charrando, que es lo propio en estos casos, y ya casi de entrada les pregunté que si estaban casados y el tipo se giró y me preguntó con sorna, “¿eres español o sirio?”. Nos estuvimos riendo un rato. Ya me estoy convirtiendo en árabe, jeje, pero no al Islam, ¿eh?
Y de vuelta a casa. Alepo es una ciudad tan sencilla para manejarse en ella que en dos o tres días ya te parece que es como tu casa. Habrá que volver. Pero la siguiente no solo, a ver quién se quiere venir.
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Publicado por: jlpueser en General
Tras la entrada breve anterior voy a hacer una larga y así me pulo de una tacada Alepo. Hablaré de todo un poco.
El hotel elegido fue el Al Andaloss – اﻷندلس (las transliteraciones que hacen dejan mucho que desear) y cuando me preguntaron que de dónde era aproveché para pedirles que me alojaran gratis, ya que esa era mi casa… pero no coló. El que me atendió en desenfadado inglés era un vivaracho chaval de unos 22 años con aires de triunfador en ciernes, delatado por su camisa de seda, los zapatos de punta estilo italiano y su cuidado peinado. Si además hubiera sido un poco más alto sería el amo del barrio, y dándole tiempo, de toda la ciudad. Posteriormente, Elise y Jessica, dos francesas que conocí en el sofá del hotel y con las que he compartido estos días, me confirmaron mis apreciaciones y las ampliaron con nuevos datos: el aprendiz de capo también se desenvolvía con soltura en el terreno sexual. A los dos minutos de llegar ellas al hotel y aprovechando la media hora que les dijeron que necesitaban para preparar la habitación, ya se las había llevado junto con otro colega del hotel a dar una vuelta por el barrio. En el breve paseo se percataron sin el menor atisbo de dudas que esa misma noche podrían dormir mucho más calientes de lo que el tórrido clima de Siriano (¿se dirá así?) ofrece cada noche. Le pierde que se salta todos los protocolos al uso en estos casos. Pero es un trabajador inagotable, lo he observado durante estos días y es admirable. Cuando aprenda un poco más, será un auténtico depredador.

Esa es la fachada del hotel, el ventanuco entreabierto es el de mi habitación. Y en la otra foto vemos la habitación, una doble con baño. Obsérvese la habilidad de estos sirios para dotar de baño a una habitación. Y también hay que tener cierta habilidad para poder defecar a gusto. No sé yo cómo habría que hacerlo si la compartiera con alguien y se quisiera tener algo de intimidad…
Los paseos por esta agradable y acogedora ciudad han resultado siempre entretenidos. En la manzana de al lado ya tengo un grupo de “amigos” que cada vez que paso por allí me pego una hora bebiendo “chais”. Manuel (sirio de la cabeza a los pies, pero así se llama el mozo) me presentó a “Alejandro” (lo entrecomillo porque es el apodo que se ha puesto para cuando conoce a un español), el cual tiene una novia venezolana, por lo que chapurrea algo de español, es muy gracioso escucharle. El problema que tiene es que como está casado con una siria y tiene dos hijos, no le resulta fácil la relación con la venezolana… bueno, tremendo lío lo que me contó.
Todo esto de conocer a estos personajes, comenzó cuando entré en un taller de reparación de motos y bicis. Me llamó la atención ver en la puerta unas bicis eléctricas (las hay a montón en Siria, de variadísimos modelos, corren que se las pelan, la solución más ecológica al asunto del transporte) y como aún rondaba en mi cabeza la posibilidad de hacer el final del paseo por Siria en bici, pues miré a ver qué tenían. Bueno, lo de continuar viaje en bici ya ha sido descartado porque no tengo tiempo suficiente, pero la próxima vez… El caso es que charra que te charra me iban invitando a tés y presentando a gente. Hay otro tipo, este sí casado con una venezolana, que es tornero-fresador. Estuve a punto de hablarle de Pepín Tré (la mayoría imaginaréis por qué me ví tentado a ello), pero comprendí que iba a ser una tontada y me contuve.
Y bueno, me dejaron una bici, esa de la foto (el paquete del portamaletas son las baterías), y me di unas vueltas por la manzana. No está mal el cacharro, pero un poco inestable y con frenos precarios; mejorable, vamos, pero buen intento. El jefe del garito es el típico manitas que igual le da un roto que un descosido y entre reparación y reparación se dedica a fabricar engendros con ruedas. Esa bici me la vendía por 200 dólares. Ya me gustó, ya, pero a ver dónde la meto para traérmela a casa… También estaba fabricando, entre otros cacharros, una bici con motor de gasolina, la de la otra foto.
El tipo ese no es el jefe, sino un empleado, el cual ahí todavía sonríe, pero no sé qué debió hacer mal pero la cayó una bronca de diez minutos ausente de violencia pero sobrecogedora por la duración. Fue cuando aproveché para despedirme cordialmente y decir que volvería otro día. Como así he hecho. Ya les he encargado un kit completo de motor eléctrico para llevármelo a casa en la maleta, que eso sí que me cabrá. A ver si me lo consiguen a tiempo. Antes de eso Alejandro me llevó por todas las tiendas del barrio para ver si conseguíamos mejor precio, pero aparte de un montón de tés, sólo pudimos confirmar que el único que lo podía conseguir era el manitas este.
Pero no solo hay bicis eléctricas en Alepo, también tiene una ciudadela imponente. Pero como ya he hablado mucho de castillos y piedras, pongo sólo un par de fotos, muy mal sacadas eso sí, porque no encontré un ángulo que muestre que la ciudadela es algo así como un volcán en cuyo cráter está la fortaleza. Las chicas son Jessi y Elise y el que falta es Luca, otro francés, simpaticote e interesante él, al cual adoptaron las chicas nada más llegar a Siria al aeropuerto y han seguido viajando juntos. El problema con Luca es que nunca sabes ande se mete, la habitual pregunta era ¿dónde está Luca? Y oye, el que tenga curiosidad por saber cómo es la ciudadela, que venga por aquí, que es bien barato, seguro, entretenido y saludable.
Lo de saludable lo digo por ej. por lo de los zumos. Posiblemente es lo que más voy a echar de menos cuando regrese. Beberse un zumo recién exprimido o licuado de lo que quieras te cuesta unos 70 céntimos de euro. Pero no estamos hablando de un vasico, no. Hablamos de medio litro o más, según donde lo pilles. Los he llegado a encontrar hasta por 40 céntimos. Verídico. En el momento de la foto (imposible hacerles sonreír, y eso que siempre están de cachondeo) me había pedido un batido de plátano, no sé si se distingue junto al tipo de la izquierda. Por la mañana suelo pedir naranja con zanahoria, y luego cuando salga del ciber pediré uno de caqui con fresa y miel, que me lo pedí ayer y estaba impresionante. Los sitios de zumos aquí en Siria se reconocen fácilmente: un montón de bolsas de naranjas colgadas y frutas variadas, y cuando veo eso, todas las glándulas empiezan a segregar emocionadas. Cuasi-orgásmico.
Y paseando te puedes encontrar lugares con historia como el hotel Barón, en el que Agatha Christie comenzó a escribir “Asesinato en el Orient Express”. Ahí estamos tomando una cervecita en el bar. Debía haber cierto espíritu inspirador en el ambiente y los franceses se liaron a escribir diario (ahí vemos a Luca, por fin apareció). A mí no me tocó ese espíritu, pudo más el de la Sakara egipcia, que a falta de Almaza sirvió para refrescar el sofoco inevitable al pasear en horas más propias de hacer la siesta.
Y las imágenes que te puedes encontrar por la ciudad son variadísimas, podría poner fotos de la concurrida mezquita, del animadísimo zoco, de las bonitas callejuelas en las que te puedes perder horas y horas, y claro, se haría muy larga esta entrada. Así que pongo algunas fotos más de escenas que me llamaron la atención. Como esta en la que espero que se aprecien los generadores eléctricos. Toda esa calle estaba llena de generadores en sus portales, todos encendidos produciendo un ruido agotador, debían tener algún que otro problema con la luz eléctrica. Pero debía ser algo bastante permanente, porque uno no se compra un generador por vicio.
O estas otras en pleno centro, junto a un horno. Todos los días que paso por allí se pueden ver los “jubs” o deliciosos panes árabes distribuidos por la acera, bien en el suelo, bien colgados de la barandilla, y la gente va pasando por ahí y se van llevando los puñados que necesitan. Viendo el reducido espacio que tienen en el horno, imagino que es la única forma de que disponen para hacer la distribución. Por ahí pasan los de los restaurantes, tiendas o simples transeúntes y van comprando el pan. Sencillo. 
La moda femenina también llama la atención. Más aún cuando ves que a las tiendas entran la mujeres que van todas de negro y con su correspondiente velo. Es un misterio para mí el saber para qué entran a las tiendas y miran tan interesadas los vestidos. ¿Se los ponen en casa sólo para sus maridos y les montan la pasarela? Los de las foto son una simple muestra y son bastante normalitos. Los hay aún más horteras, lo prometo.
Y bueno, para finalizar, que tengo hambre y quiero ir a cenar de una vez, foto de la cena de ayer con las franceses y las dos holandesas que nos han estado siguiendo estos dos últimos días por todos los sitios que hemos visitado y por fin hemos decidido que igual era buena idea conocernos. Eso es justo lo que ellas pensaban de nosotros, que las seguíamos a todas partes… Será que el espíritu lonly guía nuestros pasos.
La pelirrojilla es María (su verdadero nombre en holandés es impronunciable) y trabaja en Madrid desde hace 3 años. Habla español a nivel de tacos perfectamente. Su amiga es Marjolijn (este nombre era más sencillote) y no trabaja en Madrid ni domina los tacos. He tenido que hacer un montaje porque soy un hacha haciendo fotos y no salían todos en el brindis. Vaya chapuza, ¿eh? Sí, ya lo sé, soy penoso…
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Desde Latakia es sencillo ir a ver el castillo de Salah Ad-Din, un microbús te deja en un pueblín, Al-Haffa, que está a 6 Km. del castillo, y desde allí, si consigues no sucumbir ante los constantes ofrecimientos para subirte de los taxis y moto-taxis-improvisadas, pues haces tranquilamente el bonito paseo hasta que al llegar te encuentras de bruces con esa aguja de piedra que los cruzados dejaron de muestra (y como soporte a un puente) después de picar a mano la montañita para dejar aislado el castillo. Acojona pensar en los callos que debían tener esos tipos…
Luego el castillo en sí, cuando ya has visto el de Crac, pues está bien, es mono, pero ya no tiene la capacidad de asombrar de aquella fortaleza. Pero merece la pena la visita, desde luego. Cuando vengáis a Siria no os lo perdáis.
 
Impresiona sobre todo el ir comprobando cómo dejaron el castillo aislado a base de mazazos. También me gustaron mucho los dos aljibes que todavía guardan un montón de agua. Y el paseo en general estuve bien, entretenido, calor irracional eso sí, pero para estar un par de horicas agradables da de sí.
 
 
La vuelta la hice con tres francesas y un italiano que estaban en mi mismo hotel, y que nos encontramos en el castillo. Unos tipos se ofrecieron a bajarnos en su motocarro, pero yo no sé qué habló con ellos el italiano, que desde donde nos dejaron aún tuvimos que andar más hasta el pueblo que si hubiéramos bajado paseando… La amabilidad siria nunca nos abandona, pero los líos comunicativos tampoco.
¡Prueba superada! ¡He sido breve!
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Publicado por: jlpueser en General
La verdad es que esta ciudad en si misma no es gran cosa, de aire moderno con mucha nena mona, pero poco que visitar. Es moderna porque Hafez el-Assad era de por aquí y según se ve les llovieron liras a espuertas. El estadio olímpico es, como dicen los lonly, excesivo.
Pero Latakia es el punto de partida idóneo para visitar otro imponente castillo, el de Saladino. A él le dedicaré la próxima entrada. En esta, voy a contar lo acaecido en la apacible tarde del domingo.
Aparte del castillo, otra de las visitas supuestamente obligadas son las ruinas de Ugarit. Según cuentan, uno de los primeros alfabetos del mundo nació aquí. La ciudad se ve que también fue el primer puerto internacional del mundo allá por el 3000 a.c. Ante tal currículum, había que ir. Pero oye, lo de Ugarit la verdad es que no era para tanto, al menos no me lo pareció. Creo que la visita de tantas ruinas en este viaje ha agotado mi capacidad de asombro.
Así que microbús de vuelta y hacia Latakia de nuevo. Pero al pasar a la altura del estadio, vi que todo el mundo paraba allí y entraban para dentro . Así que me uní a la masa y fui a ver qué regalaban. Me dijeron que era la inauguración del festival de música que iba a durar diez días. La cosa prometía. Entré en el estadio, pillé un buen asiento, y poco a poco se fue llenando de gente. No entiendo mucho de masas en estadios, pero pensando en cómo es la Romareda, creo que estábamos allí entre 30 y 40 mil personas. Y la experiencia resultó realmente interesante, no ya por lo musical, si no por cómo se fue desarrollando el acto.
La foto es la del presidente Bashar el-Assad, hijo de Hafez. Habían puesto esa foto gigante en el césped, aparte de otras más que se ven más abajo. El acto fue una fiesta para toda la gente, pero a mí había momentos que hasta me daba algo de miedo… Durante una agotadora hora estuvieron hablando y cediéndose la palabra diversos cargos políticos (en eso se parecía a cómo lo hacemos nosotros), y aunque no entendía más que palabras sueltas, las referencias al presidente y a la patria eran constantes. El público estaba encantado. Pero la emoción de los presentes llegó al clímax cuando por fin salieron cientos y cientos de jóvenes vestidos con trajes tradicionales y estuvieron como una tres cuartos de hora bailando lo que debía ser una coreografía preparada para el evento, porque no parecían para nada bailes tradicionales. La coreografía fue también un acto de desmedida exaltación patriótica, con el público enfervorizado y emocionado cada vez que se escuchaba en los cantos la palabra “Suriiía” (Siria, claro) que era como unas 10 ó 15 veces por minuto, mientras que las luces iban enfocando cada poco las diversas fotos de Bashar y también la de su padre, todavía omnipresente en este país. Había también una pantalla gigante en la que de vez en cuando mostraban discursos del presidente e imágenes de él, y eso aún volvía más loca a la gente. Estaban entregados. Yo miraba atónito la foto esa con la mano de Bashar en alto saludando con esa llamativa pose, que junto con el bigotillo que se gasta me ponía los pelos como escarpias…
Al acabar, todos los sirios volvieron a la calma. Civilizadamente fuimos saliendo del estadio, sin prisas, sin agobios, sin avalanchas… todo muy normal.
Los 6 kilómetros de vuelta no parecía que fueran factibles de hacer en ningún tipo de transporte público. El ágil sistema de microbuses y taxis no daba de sí para absorber a los miles y miles de seres que llegábamos a la carretera. Así que me puse a andar, pero no había dado ni dos pasos cuando un par de jóvenes se pusieron a charrar conmigo y comprendí enseguida que no haría el camino de vuelta solo. 19 añicos, estudiantes de primero de derecho, uno hablaba inglés despacito, y le iba traduciendo al otro que sólo hablaba francés. Eran simpaticotes, majos, sanotes, buena gente, y se interesaban mucho por mi trabajo, por lo que había estudiado, por la universidad en europa. Bien, una conversación entretenida. En cuanto al acto que habíamos visto, les comenté que lo había encontrado muy politizado, pero no entendían que les quería decir, ellos lo habían visto todo muy normal. Lo divertido fue cuando sacaron el tema de la religión (fueron ellos, lo juro). El que charraba inglés era musulmán y el otro cristiano. Se sentían orgullosos diciendo que eran amigos. Yo, que pensaba que aunque creyentes, al ser jóvencicos y universitarios tendrían la mente abierta, les manifesté con toda naturalidad mi ateísmo. Cuando se los dije me miraron asustados. No daban crédito. No les cabía en la cabeza que alguien no creyera en Dios. Y cuando les explicaba que muchísimos jóvenes en Europa y no tan jóvenes pensaban igual, se echaban las manos a la cabeza. Me pedían explicaciones, que justificara cómo podía pensar de esa manera. Les hable de Darwin, y no sabían quién diablos era ese tipo. Les expliqué lo de que venimos del mono, y se partieron el culo… La verdad es que aunque no se los dije, yo aún estaba más impresionado que ellos. Entonces me preguntaron por el matrimonio y si la gente en Europa tenía relaciones antes de casarse. Les dije la verdad, claro, y se volvían a echar las manos a la cabeza. Me dijeron que si no le teníamos miedo al SIDA. El llegar virgen al matrimonio, decían, era la única forma de evitar esa enfermedad. No sabía que Benedicto se hubiera paseado por estos pagos… Yo les pregunté ¿y los condones? No me entendían. Usé todas las palabras que se me ocurrieron en inglés, francés y español, y no sabían de qué hablaba. Por fin dije, “esperad, que ahora os lo explico mejor”, recordando que siempre llevo un condón encima, y se lo enseñé. ¡El musulmán se echó para atrás! El otro sonrió, pero no decía nada. Yo, que ya estaba lanzado, le pregunté al cristiano si lo quería, y se quedó así como dudando, pero el otro se apresuró a decir que no, que ni hablar, que su amigo no necesitaba ni quería esa cosa… Ya puestos, les comenté que también era posible que aún teniendo pareja uno pudiera tener otras relaciones fuera de ella, que o bien sucedía de forma “extraoficial” pero que también se podía hacer llegando a ese acuerdo con tu pareja. Estaban desquiciados, al musulmán sólo le faltaba echar espumarajos verdes por la boca… Me dijo éste, todo cordialidad él, “los europeos sois muy raros…”.
Ya habíamos llegado a la ciudad, estábamos al lado de sus casas y sospeché que la hospitalidad árabe no estaba preparada para admitir a según que huéspedes y en esta ocasión no habría invitación a té… en otras ocasiones que he estado más calladico si que me han invitado a sus casas. Pero esta vez no. Nos despedimos afablemente, sonrientes, je, todavía con la incredulidad en sus ojos, y me encaminé lentamente hacia el hotel. Por el camino encontré una tienda en la que vendían alcohol. Me compré un par de Almazas (a los sirios les gusta más la cerveza libanesa que la suya (los que puedan beberla, claro); a mí también me gusta más) y me subí al cuarto. ¡Qué buena es la cerveza fresquita!
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Publicado por: jlpueser en General
Voy a intentar hacer entradas más breves pero más numerosas, y además ir al día. Tengo algunas cosas más que contar sobre el Líbano, pero ya lo iré desgranando. Ya estoy en Siria, así que allá voy.

Tartús, o Tortosa que es como los cruzados la llamaron hace un puñao de siglos (qué cosas, ¿eh, Morigán?), ha sido mi primera parada en mi reencuentro con Siria. Aunque los primeros momentos tras pasar la frontera (ardua tarea lo de cruzarla en cualquiera de las dos direcciones) fueron extraños. Se subió al bus un tipo que al poco de estar dentro me pidió encarecidamente sentarse a mi lado; yo le echaba 26 y resultó tener 18 añicos. Todo parecía normal. A este pueblo, como al libanés, les encanta charrar con los extranjeros y marujear hasta sacarte toda la información familiar. El asunto fue que ya desde el primer momento noté en él un interés desmedido, y a medida que íbamos hablando no me quedó más remedio que aplicar la máxima que un día me contó un “gay”: si alguien te parece que es gay, es que es gay. Oye, que no pasa nada, que cada cual puede querer meter su órgano donde le plazca, pero no sé, este chaval era muy invasivo… Me salvó el conductor que vino a decirme que habíamos llegado a Tal-kalaj, el punto a mitad de camino hacia Homs dónde quería parar para tirar hacia Tartús y ahorrarme unos kilómetros. Salí aliviado pero cuando miré a mi alrededor me ví tirado en mitad de la autopista. Pero no dio tiempo a que pudiera cundir pánico alguno, a los pocos segundos pasó un tipo que dijo ser taxista y me ofreció llevarme a Tartús por un precio no demasiado escandaloso. Acepté, y bueno, lo típico, que si estás casado, que cuántos hijos tienes, que porque no tienes, etc, etc… todo esto esta vez sólo en árabe, y con un acento que yo andaba desesperado. Lo que pasa es que 80 Km dan para hablar mucho rato, y aunque la conversación fuera tortuosa, se nos acabó el tema pronto. Y ahí es cuando se empezó a torcer todo. No puedo recordar cómo sucedió, pero Mohamed me empezó a preguntar que si la tenía grande… (tal cual lo cuento; cuando el lenguaje oral no da más de sí, el gestual demuestra su utilidad, me hablaba muy claro el tipo este). Yo, aunque no fuera un tema que me pareciera adecuado tratar entre desconocidos, por cortesía le fui siguiendo el rollo. Le expliqué con la mano cómo estaba dotado, y el tipo me miraba sorprendido, no se lo creía. Vamos, no sé yo lo que se puede considerar normal en estos asuntos, pero por lo que he visto en las duchas por España, el mío se trata de un ejemplar yo diría que normal, Rocco Sigfredi juega en otra liga, vamos. Pero el hombre no daba crédito cuando además tuve que explicarle cómo era el diámetro… Por sus gestos creo que me intentó explicar que en el mundo árabe la cosa no anda muy bien en ese terreno… No sé, no puedo opinar, carezco de datos. Si alguno o alguna puede abundar en este asunto, agradecido. El problema surgió cuando el tipo, incrédulo ante mis gestos, se empeñó en que se la enseñara, quería verlo con sus propios ojos. Buf, en ese momento hubiera sido un fracaso absoluto, je, la pobre andaba acoquinada ante el percal que se estaba viviendo en el Mercedes de 55 años que tenía aspecto de haber visto ya demasiadas cosas en su interior… Hubo un ligero forcejeo, yo me tapaba con mis apuntes de árabe (¡por fin han servido para algo!) y el intentaba apartarlos con una mano mientras con la otra maniobraba para no salirse de la calzada… por fin desistió y un tenso silencio nos acompañó durante algunos minutos… Un pequeño incendio en el ribazo me permitió sacar conversación e intentar explicarle la suerte negra que había sufrido mi provincia en estos días. Creo que no entendió nada, pero así estábamos entretenidos. Y por fin llegamos a Tartus. Como si no hubiera pasado nada nos despedimos amablemente y el viejo Mercedes se alejó lentamente…
El hotel que elegí recomendado por los lonly se llamaba Daniel, así tal cual. Cuando caminaba hacia él iba pensando en cómo sería Daniel… mmmhhh, sería fuerte y musculoso, mirada lasciva… ay! Pero no, Daniel no estaba, salió su mujer, encantadora, y sus dos niñas. Todo había pasado, fin de la pesadilla. Pensaba que habían vuelto aquellos tiempos de mi post-adolescencia cuando no me comía un rosco con las chicas pero tenía un no-sé-qué que llevaba a los machos loquicos, oyes.
Y de Tortosa, ya que estamos, decir que sería un lugar precioso si en la ciudad vieja hicieran algo tan simple como quitar la basura, eso lo primero, y lo segundo poner unos contenedores y enseñar a los vecinos a usarlos. Parece fácil, pero tras pasear por sus callejuelas y observar a sus gentes, me quedó la sensación de que hay cosas aparentemente simples que en determinados lugares se convierten en prácticamente imposibles…
 

En las fotos, la de arriba es “Nuestra señora de Tortosa”, iglesia reconvertida en museo. Y las demás, algunos detalles de la ciudad vieja, que en tiempos fue una fortaleza cruzada. Qué pena en lo que lo han convertito estos infieles…
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Publicado por: jlpueser en General
Pronto me iré de Trípoli, y del Líbano, ya terminan las clases de árabe, todo es muy distinto…
De forma similar comenzaba una entrada anterior en la que aludía al “empacho de socialización” que había supuesto el comienzo del curso. Este jueves por la mañana se han ido Ramón y Carlos, y el viernes se van los demás. Elena se fue hace dos días y Enrique ya marchó el domingo pasado. El sábado volveré a estar solo, todo será muy distinto…
Sí, han sido unos días muy agradables, compartidos en su mayor parte con Ramón y Elena, y también con Enrique y Carlos y otros muchos con los que hemos compartido excursiones, comidas, paseos… Ahora estoy escribiendo estas líneas en la terraza del piso con una Almaza como solitaria compañera, y como les echo de menos, me he puesto a escribir esta entrada recordando algunos de los buenos momentos que hemos pasado juntos. ¡Gracias por vuestra agradable compañía!
A este colega nos lo encontramos el primer día paseando por el puerto, es un lobo de mar divertidamente descerebrado. Al tipo nos lo volvimos a encontrar ayer paseando por las callejuelas del puerto, y esta vez había cambiado la foto de la moto: no sabemos quién es el de esta foto, pero la nueva es la del Ché. Esta vez nos atrevimos a preguntar cómo se entendía esa mezcolanza de la esvástica y la foto del Ché en la moto (adviértase el detalle de los retovisores…), y nos contestó sonriente que estaba encantado con los alemanes porque habían sido capaces de meter a los judíos en el horno… La puerta es de su casa, no desentona con la moto. El pueblo “elegido” no está muy bien visto por aquí…
 
Y también nos cruzamos con una boda, en Byblos. Este país está lleno de pequeños “Marbellas”, y este precioso pueblín es uno de esos lugares. Los del bodorrio este no nos pareció que sufrieran muchas necesidades. Y la novia, que por cómo llevaba puesto el velo no parecía musulmana, lucía un vestidito con el que dudamos que la hubieran dejado entrar en una iglesia española… Humm, me gusta cómo se me quedó mirando mientras le hacía la foto, jaja…
Y aquí abajo está Enrique tratando de cruzar una calle de Beirut. Nada más llegar allí ya nos dimos cuenta de que las condiciones del tráfico no eran mejores que las de trípoli. Lo que pasa es que hay que saber cruzar al estilo Libanés. Uno simplemenete debe pisar el asfalto y avanzar con paso firme sin pestañear: los coches pararán unos centimetros antes de hacerte fosfatina. Es una cuestión de fé, y de eso aquí sobra. Pero Enrique se mostraba un tanto desconfiado y dubitativo y no terminaba de adapatarse a las costumbres de este pueblo…
 
En la búsqueda de un lugar para comer en Beirut, los “lonly” acertaron con una de sus recomendaciones, el restaurnte “Le chef”, en el que te reciben a gritos con un “Welcome” que no te deja claro si realmente eres bienvenido o prefieren que te largues. Pero sí, la comida fue realmente sabrosa y abundante. Es complicado encontrar en este país (al igual que me sucedía en Siria) un lugar donde puedas comer sin tener la sensación de que se han creído que llevas varios días sin probar bocado.
Paseando por las calles de Beirut nos fueron agobiando durante un buen rato con la imposibilidad de hacer fotos a casi nada. No sé si parecíamos agentes del mossad o qué, y en una de esas, a Ramón se le hincharon y le soltó al poli de turno algo así como “joder, ya vale de tocar los huevos con lo de las fotos, hostias, qué pesados que sois…”, en español, eso sí, que es como te sale así de natural, y además evitas que te entiendan. A lo que el poli respondió “bueno, es que no se pueden hacer fotos a esta parte de la calle…”, también en perfecto español… Era venezolano el colega, muy majo, oye, nos dejó hacerle unos fotos y todo a él y su colega, pero mirando hacia el otro lado de la calle, je.
Carlos, especialista en rastrear pescado a la brasa y cervezas, nos llevó hasta esta tienda en la que el recordaba que nos podríamos comprar unas Almazas fresquitas. Lo que el no sabía era que el vendedor era precisamente el argentino que proclama el nombre de la tienda.
 
Tras una amistosa bienvenida en la que yo le dije, “¿qué tal, boludo?” a lo que me respondió, “en España es ¿qué tal, gilipollas? ¿no?”, que dejó claro que nos íbamos a llevar bien desde el primer momento, nos invitó a un par de rondas de Almazas bien fresquitas. Fue un rato agradable, en el que descubrimos primicias tan jugosas como la de quién mató a Rafik Hariri: fue la madre del argentino… Tremendo tipo el boludo este. Tienda absoultamente recomendable a incluir en guías “lonly” y similares.
Y puestos a recomendar lugares de Beirut, aquí un par más: la mejor “falafería” de todo Líbano (los dueños estaban plenamente convencidos de ello) y el pub “Facebook”, donde nos recibieron con repertorio de los Gipsy Kings y otros “hits” al uso, y del cual tuvimos que huir antes de que la intoxicación etílica que se avecinaba hiciera peligrar nuestra integridad esa noche…
 
A la salida del facebook nos encontramos con estos curiosos hombre-anuncio que a las dos de la mañana se paseaban por las calles de Berirut con una pantallas de plasma colgadas de la espalda… varios días después, todavía no se me ocurre qué cometar al respecto.

Y bueno, veo que aún tengo una docena más de fotos por poner con sus respectivos comentarios, pero esto se haría muy largo… Nada, sólo era un punto melancólico que me ha dado. Me despido con una foto de grupo junto al “City Complex”, el lugar donde son las clases. Toca seguir ruta. Con la mochila cargada de buenos recuerdos, eso sí. Ese es buen equipaje.

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Publicado por: jlpueser en General
Aunque pueda parecer paradójico, el título de esta entrada está escrito en cristiano… Becharrí es un bonito pueblo que es de alguna manera la capital del impresionante valle del Kadisha, o lo que es lo mismo, genuino territorio cristiano, maronita para más señas.
Tras acomodarme en el “Tiger House”, salí a dar una vueltecilla por el pueblo a visitar sus llamativas iglesias y a los dos minutos ya se me acercó un joven pijillo de unos 20 años y entabló conversación. En perfecto inglés me fue interrogando con las habituales preguntas familiares y cuando ya había satisfecho su curiosidad me dijo, así sin más: “sabes, aquí somos todos cristianos, todos maronitas… sabes, si aparece un musulmán por aquí, es hombre muerto…” y acompañó el final de la frase con el típico gesto del dedo cercenando el cuello… Y siguió preguntando, “Tú… ¿qué eres? ¿cristiano?”. Vamos, ni parpadeé para decirle que era cristiano, católico eso sí, pero cristiano, por supuesto. Es una de las múltiples ventajas de ser ateo, abjurar sale gratis, no tengo que responder ante nadie por mi no-fe, jeje. El monólogo prosiguió en un ambiente distendido entre cristianos felices que abrazan la fe verdadera, hasta que por fin desapareció y pude alejarme de la plaza de la iglesia y me refugié en el “Tiger” donde se respiraba un ambiente más tolerante. La jornada del día siguiente prometía ser dura y no me vendría mal descansar.
Abundando en anécdotas religiosas, contaré tres encuentros más que tuve con habitantes del valle. Uno fue otro joven, este de unos 28 años, que me paró con su coche y se ofreció a llevarme. El auto parecía recién salido de un concurso de “tunning” y sólo le faltaba llevar la música a todo volumen, pero eso por aquí, afortunadamente, se destila menos que en “Isbania”. En el salpicadero del coche llevaba como una decena de pequeñas fotos de santos maronitas y la conversación giró en torno a la enorme fe que protegía al valle de todo mal. Me dejó en el monasterio de “San Elías”, y allí se acercó a charlar conmigo una familia al completo (hermanas, cuñaos, sobrinos, etc.) que estaban pasando su domingo visitando los monasterios del valle. El que parecía el cabeza de familia tendría unos 30 años y me explicaba orgulloso sus orígenes, y cuando al hablar de la escritura le dije que ellos eran árabes el saltó diciendo que no, que ellos eran ¡Fenicios!, a la vez que censuraba que los cristianos ahora tenían pocos hijos; como los musulmanes paren como conejos, decía, en poco tiempo se harán con el control del país… Me invitaron a pasar la mañana con ellos pero tenía otros planes más paganos, y amablemente rechacé su invitación. El último caso fue el de otra amable familia que me cogió con su 4×4 cuando bajaba de la montaña, y también aprovecharon para hacer proselitismo, esta vez incluyendo la política en su discurso. Comentaban, además de los asuntos religiosos similares a los ya contados, que el problema del Líbano son los Palestinos. Como los Israelís quieren acabar con ellos, si están en este territorio no hay forma de tener paz con los Israelís. Así que lo que hay que hacer es echar a los palestinos del país. Yo me arriesgué a comentar que a los pobres palestinos les habían robado su hogar y no tenían a dónde ir, y dijo que ese no era el problema de los libaneses…
La sensación que he tenido en mi paso por este valle ha sido la de estar rodeado de una población en la que el 90% fueran votantes del PP… las “juventudes” se me acercaban, la doble de Ana Botella me perseguía desde todos los carteles de propaganda electoral, y la religiosidad más activista y rancia acechaba desde cada esquina… Desde que pisé territorio “infiel”, no me había sentido tan asustado como en estos momentos al verme rodeado de “los míos”…
En cualquier caso, el valle en sí es lo suficientemente hermoso como para justificar la visita. Y subí al Kurnut-as-sawda (o como se diga), 3.090 m., no pude evitarlo, claro. Y visité también el ridículo (por lo pequeño) pero maravilloso bosque de cedros en el que se pueden ver ejemplares milenarios. Los compañeros pensamos que el resto de los bosques que debía haber aquí en tiempos, se los han fumado con el narguile…
Aquí unas foticos de todo ello.
Cuando fui a coger el bus de vuelta a Becharrí tras el largo fin de semana, me encontré a Elena y Ramón que se habían acercado el domingo a dar un paseo por allí. Echamos unas risas en el bus y compartimos esas sensaciones que el valle nos había transmitido, y en las que más o menos coincidíamos los tres. Pues sí, son interesantes los libaneses, sí.
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