Al aterrizar en Nola tras mi regreso de New Mexico, me dirigí hacia casa de Tucker, a despedirme de él y a recuperar el depósito, cosa que se me antojaba improbable. El sofocante calor y la asfixiante humedad contrastaban con lo que había estado viviendo apenas unas pocas horas antes. Y ese bochorno hacía que el discurrir de mis pasos se fuera ralentizando a medida que me adentraba en la 7th ward, así que me dejé llevar por ese agreste paisaje urbano mientras me iba despidiendo en silencio de todos aquellos edificios y rincones con fuerte aroma a abandono institucional que ya se habían convertido en algo tan familiar.
Iba diciendo el amigable “how ya doing” a los vecinos que me encontraba a mi paso, que me respondían con el protocolario “all right” mientras me miraban con una expresión quizá de sorpresa por volver a ver pasear por el barrio al blanquito ese de acento raro. Llegué a la altura de Larry and Larry’s (el ultramarinos donde iba a comprar los alimentos de primera necesidad) y entré a decir adiós a la encantadora pareja con la que tuve tantas amigables charlas. Larry y su esposa ya rondan los 70 pero no ven todavía la posibilidad de jubilarse. Consideran que viven en el mejor país del mundo, el más libre, y el que mejor sistema sanitario y social tiene. Votan a los Republicanos, están felices con la irrupción del Tea Party, y repiten todas las consignas que cada día lanza la Fox. Pero tras toda su vida trabajando, todavía no tienen la posibilidad de jubilarse en su idolatrado país… Pero son tan buena gente que sólo podía escucharles sin intentar rebatir sus ideas.
Y seguí paseando por esas calles que han sido dejadas de la mano de toda deidad benefactora (ni tampoco mano humana alguna). A este barrio no han llegado todavía las ayudas para la reconstrucción post-Katrina, y si en alguna esquina se respira algo de dignidad es porque alguno de sus habitantes se han empeñado en ello. Posiblemente tampoco sería uno de los barrios más tenidos en cuenta antes del Katrina, y el huracán no hizo si no traer más ruina a esta parte de la ciudad, en la que sus pobladores parece que ya se han acostumbrado a ser ciudadanos de tercera.
Y llegué casa de Tucker, a mi entrañable hogar durante casi 4 meses. Y allí estaba él, como siempre en la casa. Rara vez sale, apenas unos minutos, día sí día no, para acercarse a por algo de comida a Larry & Larry’s. Nunca pude entender en qué gastaba su tiempo. Parecía que la actividad en su vida era frenética, que debían estar sucediendo muchas cosas, pero los únicos cambios que apreciaba cuando regresaba cada día de clase es que algunos objetos habían cambiado de lugar. Le encantaba cambiar la decoración, y casi todos los días me encontraba con alguna sorpresa. Será que, como dicen los psicólogos, el desorden en su vida le llevaba a efectuar cambios en su entorno, en lugar de afrontar realizarlos en su interior.
Tras un amigable saludo, me empezó a contar emocionado que había conseguido “food-stamps”, es decir, ayuda del gobierno para comida. Le habían otorgado una ayuda de 200 dólares mensuales durante un año. La alegría le desbordaba, su problema de comer cada día se había evaporado. Podía seguir viviendo sin trabajar intentando apañárselas con sus negocios. Luego me dijo lo que ya esperaba, que todavía no tenía el dinero. Yo ya me había hecho a la idea de que esto iba a suceder. Pero ya me daba igual. Toda la mala leche que había acumulado los primeros días de mayo cuando sentí que me la quería jugar, se había ido diluyendo. Todo se puede relativizar mucho, sobre todo cuando hablamos de dinero. En mi mente seguía fresca la terrible noticia de mi amiga, y perder un puñado de dólares me resultaba incluso una enorme suerte: tenía la posibilidad de perder dinero, ya que estaba vivo. Aún así Tucker me sorprendió dándome 80 dólares que había conseguido de una chica que iba a estar una semana en la casa. Ya me había dado 75 cuando dejé la casa, así que la deuda se había rebajado algo. Me dijo que me mandaría el resto por Paypal cuando lo consiguiera, y le dije que me parecía bien. Pensándolo bien, el emocionante tiempo vivido en 1358 Saint Anthony era impagable, realmente me había salido barato. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que estaba en New Orleans, tierra de huracanes, y aunque me he librado de los climatológicos, tuve la ocasión de vivir el “huracán Tucker”. Toda una experiencia.
Me despedí de él con un abrazo, y me encaminé hacia casa de Iván, mi amigo colombiano que tan generoso ha sido y con el que tan buenos ratos he pasado y deseo seguir pasando en el futuro. Iba a estar en su casa estos días hasta la salida del avión y era una suerte para mí, no ya sólo por el hecho de tener un techo, sino también por tener a alguien cercano con quien compartir los últimos pasos de mi paseo. La tristeza ya me acompañaba desde hacía unos cuantos días, y estar con un amigo me iba a ayudar mucho. Al igual que fue inolvidable ir al día siguiente al último “Spanish-meetup”, en el que he conocido a seres tan entrañables como Brad, Daniel, Christina, Lorraine, Alyson, Coletta, Ashley, “cheeky-monkey”…, y algunos que debo mencionar aparte porque he tenido una relación muy cercana y realmente especial, como son Andrina (sin olvidarme de su marido Paul), Gary, Wilfred y George, con los que he compartido veladas magníficas, imborrables. No tengo ninguna intención de perder el contacto con ellos, son seres muy valiosos, y es estúpido no conservar lo que consideramos importante. Ojalá nos veamos muy pronto, aquí o allá. Ellos saben de sobra lo mucho que les aprecio y que son más que bienvenidos en mi hogar.
Y el blog y el paseo, se acaban con este capítulo. Quedan las cervezas fresquitas, ya de vuelta en casa, para abundar en detalles de las historias ya contadas, y para narrar las que callé. Y queda el intenso deseo de volver a Nueva Orleans, a esa ciudad única e irrepetible de la que los blogs en la distancia no pueden si no apenas mencionar lo que supone vivir en ella. Si uno quiere saber lo que significa echar de menos New Orleans, no tiene más remedio que arriesgarse a dejar un pedazo de su corazón allí.
“Do you know what it means, to miss New Orleans, and miss it each night and day…”
- Tucker
- Larry & Larry’s
- Iván, Wilfred y George
- Wilfred, servidor, George e Iván
- Paul y Andrina
- Gary
























































