The 7th ward. Episode 14. (Last episode)

Al aterrizar en Nola tras mi regreso de New Mexico, me dirigí hacia casa de Tucker, a despedirme de él y a recuperar el depósito, cosa que se me antojaba improbable. El sofocante calor y la asfixiante humedad contrastaban con lo que había estado viviendo apenas unas pocas horas antes. Y ese bochorno hacía que el discurrir de mis pasos se fuera ralentizando a medida que me adentraba en la 7th ward, así que me dejé llevar por ese agreste paisaje urbano mientras me iba despidiendo en silencio de todos aquellos edificios y rincones con fuerte aroma a abandono institucional que ya se habían convertido en algo tan familiar.

Iba diciendo el amigable “how ya doing” a los vecinos que me encontraba a mi paso, que me respondían con el protocolario “all right” mientras me miraban con una expresión quizá de sorpresa por volver a ver pasear por el barrio al blanquito ese de acento raro. Llegué a la altura de Larry and Larry’s (el ultramarinos donde iba a comprar los alimentos de primera necesidad) y entré a decir adiós a la encantadora pareja con la que tuve tantas amigables charlas. Larry y su esposa ya rondan los 70 pero no ven todavía la posibilidad de jubilarse. Consideran que viven en el mejor país del mundo, el más libre, y el que mejor sistema sanitario y social tiene. Votan a los Republicanos, están felices con la irrupción del Tea Party, y repiten todas las consignas que cada día lanza la Fox. Pero tras toda su vida trabajando, todavía no tienen la posibilidad de jubilarse en su idolatrado país… Pero son tan buena gente que sólo podía escucharles sin intentar rebatir sus ideas.

Y seguí paseando por esas calles que han sido dejadas de la mano de toda deidad benefactora (ni tampoco mano humana alguna). A este barrio no han llegado todavía las ayudas para la reconstrucción post-Katrina, y si en alguna esquina se respira algo de dignidad es porque alguno de sus habitantes se han empeñado en ello. Posiblemente tampoco sería uno de los barrios más tenidos en cuenta antes del Katrina, y el huracán no hizo si no traer más ruina a esta parte de la ciudad, en la que sus pobladores parece que ya se han acostumbrado a ser ciudadanos de tercera.

Y llegué casa de Tucker, a mi entrañable hogar durante casi 4 meses. Y allí estaba él, como siempre en la casa. Rara vez sale, apenas unos minutos, día sí día no, para acercarse a por algo de comida a Larry & Larry’s. Nunca pude entender en qué gastaba su tiempo. Parecía que la actividad en su vida era frenética, que debían estar sucediendo muchas cosas, pero los únicos cambios que apreciaba cuando regresaba cada día de clase es que algunos objetos habían cambiado de lugar. Le encantaba cambiar la decoración, y casi todos los días me encontraba con alguna sorpresa. Será que, como dicen los psicólogos, el desorden en su vida le llevaba a efectuar cambios en su entorno, en lugar de afrontar realizarlos en su interior.

Tras un amigable saludo, me empezó a contar emocionado que había conseguido “food-stamps”, es decir, ayuda del gobierno para comida. Le habían otorgado una ayuda de 200 dólares mensuales durante un año. La alegría le desbordaba, su problema de comer cada día se había evaporado. Podía seguir viviendo sin trabajar intentando apañárselas con sus negocios. Luego me dijo lo que ya esperaba, que todavía no tenía el dinero. Yo ya me había hecho a la idea de que esto iba a suceder. Pero ya me daba igual. Toda la mala leche que había acumulado los primeros días de mayo cuando sentí que me la quería jugar, se había ido diluyendo. Todo se puede relativizar mucho, sobre todo cuando hablamos de dinero. En mi mente seguía fresca la terrible noticia de mi amiga, y perder un puñado de dólares me resultaba incluso una enorme suerte: tenía la posibilidad de perder dinero, ya que estaba vivo. Aún así Tucker me sorprendió dándome 80 dólares que había conseguido de una chica que iba a estar una semana en la casa. Ya me había dado 75 cuando dejé la casa, así que la deuda se había rebajado algo. Me dijo que me mandaría el resto por Paypal cuando lo consiguiera, y le dije que me parecía bien. Pensándolo bien, el emocionante tiempo vivido en 1358 Saint Anthony era impagable, realmente me había salido barato. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que estaba en New Orleans, tierra de huracanes, y aunque me he librado de los climatológicos, tuve la ocasión de vivir el “huracán Tucker”. Toda una experiencia.

Me despedí de él con un abrazo, y me encaminé hacia casa de Iván, mi amigo colombiano que tan generoso ha sido y con el que tan buenos ratos he pasado y deseo seguir pasando en el futuro. Iba a estar en su casa estos días hasta la salida del avión y era una suerte para mí, no ya sólo por el hecho de tener un techo, sino también por tener a alguien cercano con quien compartir los últimos pasos de mi paseo. La tristeza ya me acompañaba desde hacía unos cuantos días, y estar con un amigo me iba a ayudar mucho. Al igual que fue inolvidable ir al día siguiente al último “Spanish-meetup”, en el que he conocido a seres tan entrañables como Brad, Daniel, Christina, Lorraine, Alyson, Coletta, Ashley, “cheeky-monkey”…, y algunos que debo mencionar aparte porque he tenido una relación muy cercana y realmente especial, como son Andrina (sin olvidarme de su marido Paul), Gary, Wilfred y George, con los que he compartido veladas magníficas, imborrables. No tengo ninguna intención de perder el contacto con ellos, son seres muy valiosos, y es estúpido no conservar lo que consideramos importante. Ojalá nos veamos muy pronto, aquí o allá. Ellos saben de sobra lo mucho que les aprecio y que son más que bienvenidos en mi hogar.

Y el blog y el paseo, se acaban con este capítulo. Quedan las cervezas fresquitas, ya de vuelta en casa, para abundar en detalles de las historias ya contadas, y para narrar las que callé. Y queda el intenso deseo de volver a Nueva Orleans, a esa ciudad única e irrepetible de la que los blogs en la distancia no pueden si no apenas mencionar lo que supone vivir en ella. Si uno quiere saber lo que significa echar de menos New Orleans, no tiene más remedio que arriesgarse a dejar un pedazo de su corazón allí.

“Do you know what it means, to miss New Orleans, and miss it each night and day…”

New Mexico

Hace ya días que no escribo en el blog. Y algunos días también que regresé de New Mexico. Digamos que no me apetecía, y la razón principal se entenderá pronto. Pero el viaje por estas tierras, el paseo por el inglés, está tocando a su fin, y me he decidido a contar mi paseo por New Mexico, aunque sea casi en titulares.

Y es que no podría dejar de hacerlo. Los días vividos en este Estado han sido magníficos, por muchas razones. Comencé con una experiencia “couchsurfing” en El Paso (visitar www.couchsurfing.org para saber qué es eso), tras un entretenido viaje en tren de 30 horas. Allí dormí en casa de Russ, un tipo interesante de 65 años, con el que compartí una noche y una grata conversación. De allí fui a Santa Fe donde me esperaban Jane, Sandy, Isabel y Dan. No puedo decir salvo cosas buenas de todos ellos. Me invitaron a cenar y luego fuimos a casa de Isabel y Dan que era el alojamiento que me habían preparado para los días que iba a pasar en Santa Fe. Dan es afinador de pianos (tremendo experto, un figura) y fue a través de afinar el piano de Jane como se conocieron y comenzaron a hacer amistad. Y esa naciente amistad con Jane permitió que ante mi venida a Santa Fe, su hogar pasara a ser el mío. Dan e Isabel iban a alojar a un desconocido en su casa, así sin más. Estaban haciendo “couchsufing” sin saberlo, je. Y resultó ser “couchsurfing” de lujo, mejor que en el mejor hotel, desde luego.  He pasado unos días muy agradables en compañía de esta encantadora pareja. El se pasó por España hace un buen puñado de años con la intención de aprender a tocar la guitarra clásica. Lo de la guitarra tuvo un devenir incierto, pero no sólo de guitarra vive el hombre y su paso por España le regaló a la encantadora Isabel, filóloga inglesa y madrileña ella, que terminó por dejarse convencer para intentar la aventura americana… Y desde entonces, ya han pasado más de 20 años en este contradictorio país, primero en el árido Texas y desde hace un par de años en su nueva etapa en la sin par Santa Fe. Son mis nuevos amigos en esta ciudad. Y ellos saben que tienen a un nuevo amigo en España.

Mi paso por Santa Fe estuvo marcado por las relaciones humanas. Marisa y Mathias montaron la primera fiesta a la que acudieron incontables personas, algunas ya conocidas del año anterior. Con lo tímido que yo soy, eso de que monten un sarao para recibirme y sentirme el centro de las miradas, no lo acabo de llevar bien… Pero bueno, disfruté mucho del momento y me sentí realmente colmado por tantas atenciones. Un auténtico privilegio, sin duda. Marisa, sevillana que lucha por no perder su acento tras 10 años aquí, pero que todavía conserva el natural gracejo de su tierra, preparó una suculenta paella. Y no faltó el flamenco, desde luego. Pero Marisa se tuvo que buscar a otra pareja de baile que no fuera su adorable marido, porque Mathias tenía la excusa de que ser alemán le eximía de saber bailar, y mucho menos flamenco…

Jane estuvo impresionante, una perfecta dama de ceremonias. Se esforzó para que mi estancia en Santa Fe fuera perfecta. Para quien no lo sepa, Jane es mi nexo de unión con Santa Fe. Y a ella llegué a través de Mónica, vieja amiga de mi época en la Universidad Laboral de Tarragona, que fue a trabajar cuatro años a Santa Fe y es la que me puso en contacto con Jane el año pasado. Desde entonces, Jane y yo no hemos dejado de escribirnos y de corregirnos nuestros escritos en las respectivas lenguas, y por fin hemos tenido la posibilidad de encontrarnos de nuevo. Jane es un ejemplo de lo que es la pasión por vivir. A sus 65 años, su deseo por aprender es más fuerte que el que poseen los niños cuando todavía no se les ha castrado esa avidez natural por absorber todo lo que sucede a su alrededor. Está aprendiendo español (con unos progresos realmente espectaculares; eso me hace mantener la esperanza en mi lucha con el inglés, jeje), está aprendiendo piano (y vaya cómo toca el piano la moza…), está colaborando en una organización que no recuerdo ahora lo que hacen, y bueno, está metida en otros variados asuntos.  No para. Y no deja de sonreír, se nota que es feliz. Y su marido Sandy, entrañable persona, si bien lleva una vida más relajada no se queda muy atrás: es algo mayor que Jane y todavía sigue trabajando de monitor de esquí… Y yo que ya he dejado de esquiar porque creía que a mi edad ya no era conveniente hacer esas cosas…!

Jane montó otra fiesta, magnífica por su puesto, con incontables seres humanos también. Y una vez más me sentí arropado, querido y agasajado sin entender muy bien porqué. Siempre he pensado que soy un tipo con suerte. Con mucha suerte, la verdad. Dicen que la suerte hay que buscarla también, y que hay que poner de tu parte, y yo lo hago; pero no siempre que uno pone de su parte la suerte tiene a bien sonreírle. Pero a mí me ha ido muy bien, soy muy afortunado.

De todos estos eventos, he puesto fotos en el “feisbuk”, que es más sencillo que ponerlas en el blog, así que ahí se puede echar un vistazo.

Fotos

Tras todos estos magníficos momentos pasados en Santa Fe, alquilé un coche y me fui a visitar el norte de New Mexico. Podría estar escribiendo unas cuantas páginas de todos los sorprendentes lugares que he visitado. Le llaman “Enchanted land” a New Mexico, y no les falta razón. Pero no voy a hacerlo ahora, dejo estas historias para cuando esté por España y el calor del verano nos convoqué frente a una mesa llena de cervezas fresquitas. Y no lo voy a hacer también porque el paseo por el norte estuvo marcado por una noticia que recibí una fría mañana en la que la tremenda nevada que estaba cayendo me había hecho detenerme. Encontré un lugar donde mirar el correo electrónico y vi un mensaje de Vicent, un amigo de Castellón. Su mujer, y también amiga, María José, llevaba luchado contra un cáncer desde marzo. La cosa no pintaba bien, pero ya se sabe cómo son estas cosas, la esperanza y la suerte son importantes. Pero es lo que decía antes de la suerte, nunca está claro a quién va a sonreír. Y tengo claro que Vicent y María José se lo merecen como los que más. Pero no. El correo era para contarme la maldita noticia de que María José se estaba muriendo. Inútil explicar mis sentimientos en aquel momento, y cómo lloré, igual que estoy llorando ahora mientras escribo esto.

Ha sido un final de viaje muy emotivo. Llevo todos estos días tratando de apañarme con un puñado de sentimientos que se amontonan en mi corazón y que me están superando. Me estoy viendo estos días con toda la gente que aquí he conocido y nos despedimos con una mezcla de alegría por las amistades que han comenzado a existir y tristeza por decirnos adiós. Al igual que le tengo que decir adiós a esta ciudad que se ha convertido en un nuevo hogar para mí; y todo esto con la terrible realidad de esa fatal noticia que está ahí en el fondo de mi mente presente todo el rato.

Caía la nieve poco antes de leer aquel correo. El tremendo frío y la fuerte ventisca dibujaban un día de turismo aciago. Yo miraba todo eso encerrado dentro del coche y pensaba que era una pena que hubiera amanecido así el día, pero de todas formas no me resultaba desagradable, no me disgustaba la situación; era un día más, un día en el que estaba disfrutando de mis vacaciones en un lugar lejano y hermoso. Aquella gélida mañana, definitivamente, tenía su encanto. Y fue entonces cuando leí el mensaje.

Ese es el sentido de la vida, el simple pero milagroso acontecimiento de levantarlos cada día, respirar hondo, y darnos cuenta de que estamos vivos. María José se va, como nos va a tocar marcharnos a todos y cada uno de nosotros tarde o temprano. Vicent va a tener que sacar las fuerzas de donde no las tiene ahora, y tirar para adelante porque Laura, su hija de apenas un año, tiene aún mucho por vivir. Y ahí radica todo, en intentar superar el dolor cuando llama a nuestra puerta, y volver pronto a sonreír de nuevo y ser felices por el simple hecho de ver amanecer un día más.

Jazz Fest

Sonny Rollins cerró el Jazz Fest de este año. Su espalda de 80 años se encorvaba por el peso del saxofón, y sus torpes paseos por el escenario hacían temer una caída en cualquier momento. Pero no se cayó. Ni tampoco calló prácticamente ni un instante el sonido de su saxo. El desgaste de los años se dejaba notar, sus dedos hacían lo que buenamente podían, y no era poco, la verdad. Pero lo fascinante de este concierto fue el poder deleitarse con ese espíritu incombustible, con ese joven de 80 años que se lió a tocar refrescantes calipsos mientras no dejaba de sonreír y disfrutar como el que más. Mientras le observaba con la boca abierta, me recordaba al abuelo Capapé, entrañable ser humano que tocaba el saxo en la banda del pueblo, y que con una edad similar a la de Sonny, se pasaba el día entero tocando alegres pasodobles. Creo que su familia se dio cuenta de que había muerto cuando se percataron de que hacía mucho rato que no sonaba su saxo…

Y me quedé sin ver a Lionel Ferbos, que tocó uno de los días que no fui al Jazz Fest. Pero si que lo pude ver durante el French Quarter Festival, soplando con su trompeta temblorosas notas ante la mirada atónita de todos los que allí disfrutábamos de ese personaje que en julio de este año cumplirá 100 años. Y no me olvido de otro Lionel al que sí que ví en el Jazz Fest, “Uncle” Lionel Batiste, también de 80 años, que con su eterno bombo colgando y la gorra de su banda Treme, es uno de los iconos de New Orleans.

Se aprende mucho cuando estás cerca de estos personajes. Pero no es música lo más importante que uno puede aprender de ellos, si no que nos enseñan que la vida se puede vivir con ilusión hasta el final, y que eso es precisamente lo que le da sentido a nuestra existencia. Ciertamente, estos chicos morirán de jóvenes.

Y por lo que respecta a mí, decir que he tenido el enorme privilegio de estar también ahí, encima de uno de esos escenarios. Inolvidable, sin duda.

Para ver más fotos del Jazz Fest, pinchar aquí para ir al feisbuc.

 

The 7th ward. Episode 13 (penultimate)

El domingo amaneció pronto para mí porque me fui a correr una 5K, una vez más con un calor y humedad sofocantes. Hacer 20:43 fue una sorpresa, pero mayor fue el pasmo cuando llegué a casa y me encontré a Tucker haciendo negocios con un tipo que llevaba en un remolque un montón de chapas. Se trataba de un cobertizo prefabricado de esos que se usan para meter trastos. ¿Era donde Tucker pretendía que nos metiéramos a dormir toda la semana? No, por suerte se trataba de otro asunto. Lo quería para meter todos sus trastos ahí dentro y así dejar la casa un tanto despejada.

Llamó a su amigo Mike, uno de nuestros vecinos, y se liaron con el montón de chapas, los cientos de tornillos y un manual de montaje de decenas de páginas que prometía una larga y entretenida jornada de domingo… Pero cuando apenas habían empezado a montar el chamizo, llamaron a la puerta. Salí a ver quién era y… ¡oh, sorpresa!, aparcado en la puerta había otro engendro como el que salió chirriando rueda el viernes y un tipo preguntando por Tucker. Me metí en la habitación, me senté, respiré hondo, y me relajé.

Fue una mañana de domingo provechosa para Tucker, había comprado dos “casas” como quien sale a comprar el pan. Estaba emocionado, se le veía radiante, había solucionado por cuatro perras todos sus problemas para la próxima semana. Sus trapicheos estaban saliendo bien de nuevo. Lo que sucede es que una observación cercana de la caravana, me convenció de inmediato de que ese no era el lugar donde yo quería vivir toda la semana. Había llegado el momento mandar un mensaje de S.O.S. a Iván, al cual respondió al poco rato, y me confirmó que su puerta estaba abierta para mí. Tucker me dijo que me podía quedar esa noche, ya que los inquilinos temporales llegaban al día siguiente, así que acepté la invitación, y quedé con Iván en trasladarme al día siguiente.

Pero a decir verdad, estos últimos momentos con Tucker han sido realmente extraños. Me pasé todo el domingo empaquetando mis cosas con una extraña melancolía, dándome cuenta de que había acabado una etapa en la que a pesar de todo, había estado muy a gusto. Tucker de vez en cuando pasaba por el cuarto y nos mirábamos dándonos cuenta de que la situación que estábamos viviendo, no nos dejaba indiferentes. Nos sinceramos y admitimos abiertamente que nos íbamos a echar de menos. Sí, han sido 3 meses y medio en 1358 Saint Anthony realmente intensos, en los que hemos aprendido a “soportarnos” mutuamente. Los dos nos dábamos cuenta de que no había sido sencillo, pero que se habían creado unos extraños lazos entre nosotros. Fue emotivo, la verdad.

El lunes, después de la escuela, volví a la casa que en breve iba a dejar de ser mi hogar, y terminé de empaquetar las cosas. Esperé a que me llamara Iván y entonces llegó el momento de partir. También era ese el momento para que Tucker me devolviera el depósito de 400 dólares. No lo tenía… Lógico por otra parte: se había gastado todo su dinero en el mercado inmobiliario… Me dijo que iba a conseguirlo en breve, que no me preocupara. Ciertamente no estaba preocupado, me sentía simplemente raro. Salía del que había sido mi hogar durante los últimos meses y esta vez era para no volver a dormir ya en él. Sí, era raro.

Parte de las maderas y chapas que iban a formar la casa.

Varias horas después, lo consiguieron, la casita se mantenía en pie.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este "objeto" es el que llegó, así tal cual...

La caravana mostrando todo su esplendor!

I woke up early on Sunday morning since I had joined a 5K race, again with terribly burning and humid weather. Finishing up in 20:43 was a surprise; but it was even more surprising when I got home and I found Tucker making business with a man next to a SUV grabbing a small trailer which was carrying a bunch of metallic sheets. It turned out to be a tiny prefabricated “warehouse,” one of those to put in all the house stuff you don’t know where to put it. Would Tucker dare to use it as our shelter for the whole week?  No, luckily it was the place to put in all his stuff stocked in the house, actually. He needed to clear up the house a little for the new guests.

He called his friend Mike, who is one of our neighbours, and they were all day long working hard with the metallic sheets, hundreds of screws, and dozens of directions pages, which promised him to enjoy a long and entertaining Sunday… But, when they barely started to work on the hut, someone knocked at the door. I went out to see who it was and, oh surprise, there was another freak RV like the one which run away screeching a couple of days ago, and there was a man looking for Tucker. I sat down in my room, took a deep breath, and relaxed.

It was a profitable Sunday morning for Tucker. He had bought two “houses” as easy as going shopping for some bread. He was really excited. He had sorted out his guests’ problems with a fist of dollars. His shady deals were working out again. But after a closer look at the RV I realized that I didn’t want to spend the whole week into that piece of… There was the moment to ask for help to Iván, who answered me back in a short while, and he told me that his door was open for me, I had nothing to worry about. Tucker pointed out that I could sleep that night in the house since the guests were not coming until next day. I accepted and told Ivan I would move in his place on Monday.

But, to say the truth, the last moments lived with Tucker had been quite strange. I spent all Sunday packing while feeling sort of melancholy. I realized that this stage was at least over; but nevertheless, it had been a really pleasant time. Tucker was going back and forth across the room and we sometimes looked at each other realizing that this situation was meaningful for both. One of the times, we both admitted that we were going to miss each other. It’s been three and half intense months in 1358 Saint Anthony learning how to get along. We both realized that it hadn’t been easy at all, but we had nurtured some odd bonds. There was an emotive moment, it’s true.

After the school on Monday, I headed back to my almost-not-any-more home, and I finished up packing my stuff. I was waiting for Ivan’s calling and also for getting back the $400 deposit from Tucker. He didn’t have it… It was logic: he had spent all his money at the real state business… He told me that he would briefly get it, that there was no reason for me to worry about. I certainly wasn’t worry, I just felt odd. I was leaving the place which had been my home for the last months, and this time I was not going back to sleep there anymore. Yes, it was weird.

The 7th ward. Episode 12

El Jazz Fest está aquí y con él los negocios de Tucker. Y con estos,  los efectos colaterales sobre los habitantes de 1358 Saint Anthony Street…

Yo ya dí mi aviso de que me voy este día 1, pero todavía tengo pendiente dónde dormir durante los próximos días hasta que ponga rumbo al oeste americano (salgo el día 9 y regreso el 23, ya tengo los billetes). Mi idea inicial era esperar pacientemente a que se fueran desarrollando los acontecimientos, y como está claro que en algún sitio tendrán que dormir Tucker y sus inquilinos si alquila la casa a otra gente para el Jazz Fest, pues era cuestión de ver qué pasaba, y pagarle esa semana extra.

Pero los acontecimientos durante la pasada semana se veían un tanto oscuros. Tucker había alquilado definitivamente la casa para los dos fines de semana del Jazz Fest (me enseñó el fajo de billetes que ya había cobrado por adelantado), pero no estaba nada claro que hubiera un alojamiento alternativo. Yo al menos tenía derecho a dormir en sus dominios hasta el sábado 30, así que se me ocurrió preguntarle cómo iba a ser la cosa, y como respuesta recibí un bufido que me hizo dar media vuelta y recluirme silenciosamente en mi habitación.

Al día siguiente llegaron las novedades. Un extraño vehículo estaba aparcado a la puerta de casa. Se trataba de una pequeña caravana plegada, que se supone que al desplegarse se convertía en una caravana de verdad. “¡Aquí vamos a dormir los tres durante el Jazz Fest!”, me dijo Tucker emocionado. “Tiene una cama de matrimonio, una individual, y más sitio en el suelo.”  No me quedó claro cómo pensaba hacer el reparto de los espacios, si la de matrimonio era sólo para uno o para dos, y en este caso ¿para qué dos? En fin, dejé de preocuparme (como he venido haciendo en estos meses), y lo dejé feliz observando su nuevo hogar.

Ayer, cuando llegaba a casa desde la escuela, venía con la idea de sacar una foto del engendro para poder mostrar la casita en su formato plegado, y sucedió que un tipo estaba enganchando la caravana a un todo-terreno, y Tucker estaba hablando con él de dinero. Tucker me hizo entrar en casa para que no me metiera en sus asuntos, y desde dentro pude hacer una foto rápida con el móvil (la que aquí podemos ver), y cuando me fui hacia mi habitación a buscar la cámara buena para intentar sacar una foto mejor, escuché el fuerte chirrido de las ruedas de un vehículo huyendo a toda velocidad… Al poco, ví entrar a Tucker con cara de pocos amigos mientras llamaba por teléfono. “Sí, agente, se trata de un todo-terreno marrón claro que lleva enganchado un remolque con una caravana plegada. El remolque va con una rueda pinchada, así que no podrá ir ni muy lejos, ni muy rápido”. Cuando Tucker colgó el teléfono, me dijo que el tipo era en realidad vendedor de la caravana, pero como Tucker no estaba interesado en ella, se la estaba llevando. El problema fue que el tío le dio a Tucker una parte del dinero, y le dijo que iba a buscar los $200 que faltaban dentro del vehículo, y entonces arrancó para huir de allí. Tucker que se percató del asunto, cogió un hierro que había por el suelo, y se lo clavó a una de las ruedas de la caravana, y entonces el tipo salió chirriando rueda… Al poco rato la policía llamó diciendo que le habían detenido en la autopista. No sabemos qué habrá sido de él.

Ahora mismo es sábado 30 por la mañana, me voy al Jazz Fest. Esta noche dormiré aquí porque los tipos que alquilaban este primer fin de semana, han cancelado (el dinero de la reserva se lo ha quedado Tucker, por supuesto). Pero mañana es día 1, y se supone que tendré que salir de aquí. Es más, el lunes llega la gente que van a estar toda la semana para la segunda parte del Jazz Fest. Así que sabiendo que en estos momentos no hay sitio donde meterse, igual lo mejor es que me vaya… Iván el colombiano me ofreció su colchón de aire en caso de necesidad. Creo que el momento de reencontrarme con su colchón de aire, ha llegado.

Esta es la única foto que pude obtener de lo que pudo ser mi hogar.

The Jazz Fest is here and, consequently, Tucker’s business too. And with his business, the side effects over the 1358 Saint Anthony St. inhabitants…

I already gave him the 30 day notice to warn him about my leaving on May the 1st. But I still don’t know where I’m going to sleep during the next days before I head down to the far west (I’m leaving May 9th and I’m back May 23rd; I’ve already got the tickets). My first idea was just to wait for the coming news from Tucker, since he had to find a place to sleep him and the rest of his tenants, due to his house renting to other people. So, the thing was to find out what was the news and to pay him one week rent if that was the case.

And we got the news the very next day. A weird vehicle was parked in front of the house door. It turned out to be a folded RV (Recreational Vehicle or camper) which once it was unfolded looked like a real camper. “We’re going to sleep here the three of us during the Jazz Fest!,” told me Tucker with a bright of happiness on his eyes. “It has a queen-size bed, an individual one, and there is some room left on the floor.” I wasn’t clear enough for me how was going to be the distribution of the people. I didn’t know who was going to sleep on the queen-size bed, and who with. Anyway, I stopped bitching myself with that (as I’ve been doing during this time here) and I walked in while he happily kept staring at his new home.

Yesterday, I was heading back home with the idea of taking a picture of the camper to show it on its folded shape, when something weird happened. There was a man grabbing the camper to a SUV while Tucker was talking to him about money. He asked me to go in so that I put my nose out of his business. Once I was in, I took a quick picture with the mobile (the picture in here), and when I was zipping into my room to take the good camera, I heard a strong screeching coming from a vehicle running away at high speed… After a short while, Tucker came in with no trace of happiness on his face, while he was on the phone. “Yes, officer, it’s a light brown SUV with a folded camper. The camper has a flat tire, so neither it won’t go really far nor very fast.” When Tucker hung up the phone told me that this man was the seller, but since Tucker wasn’t interested on the camper anymore, the seller was taking it back. The problem was that he only gave Tucker a part of the money and he asked Tucker to wait until he got the $200 bucks left in the SUV. And it was then when he ran away. Tucker was aware of the situation and he grabbed a metal object from the ground and he stuck it in one camper’s tire and the man run off screeching the wheels… After a short while the police called Tucker to tell him they had stopped the guy. We know nothing else about him.

Right now is Saturday the 30th in the morning and I’m heading to the Jazz Fest. I will sleep here tonight because the guys who had rented the house cancelled the rental eventually (Tucker has kept the rental money, of course). But tomorrow is the first of May, so I’m supposed to leave the house. And what is more, the people who have rented the house for the next weekend are coming on Monday and they will stay the whole week. So, now that I know that there is no place to stay so far, I’d better be off… Iván (my Colombian friend) offered me his air-mattress. I guess it’s time to meet again his mattress.

 

 

 

Crescent City Classic

Nada más pisar la calle ayer a las 8 de la mañana comprendí que no iba a ser el mejor día para correr una 10K. El termómetro ya estaba en los 26 grados pero sin la más mínima intención de quedarse ahí y la humedad relativa era tal que parecía que bebías mientras respirabas… Este panorama nos esperaba a los 21.000 inscritos en la 31 edición de la Crescent City Classic, pero como para la mayoría este es un acontecimiento puramente festivo, la soleada y asfixiante mañana no era ningún inconveniente, sino más bien el augurio de una magnífica jornada de fiesta.

Al apuntarte tienes que decir qué tiempo esperas hacer, y así te asignan un color de dorsal determinado para que la gente se agrupe en la salida por colores. Pero el criterio de agrupación supongo que fue el de que los colores de los dorsales quedan más bonitos cuando los mezclas todos entre sí (es lo que tiene esta ciudad con los colores), porque al lado de los keniatas que iban a bajar de la media hora, había seres humanos cuyos rostros no reflejaban para nada la tensión propia del que va a iniciar una carrera, e incluso había alguno de más de un quintal de peso que parecía que iba a tardar media hora tan solo en arrancar… Así que las dos primeras millas fueron una carrera de obstáculos en la que por fortuna no dejé heridos, y cuando encontré terreno despejado para poder correr a gusto, fue cuando me di cuenta de que la humedad ya casi me había aniquilado y a lo único que podía aspirar era a que me quedara algo de dignidad como para no detenerme y llegar al final en el tiempo que fuera.

Llegué sin detenerme, y eso que estuve tentado en más de una ocasión cuando veía como muchos iban deteniéndose a mi alrededor asfixiados, pero me iba echando por encima toda el agua que encontraba a mi paso para ver si me refrigeraba algo, y el premio fue comprobar que al menos había conseguido rebajar mi tiempo de 45 de hace un par de años, y dejarlo en 43:51, que es mediocre, pero que sé que es todo lo que pude hacer, saqué todo lo mejor de mi mismo, así que sólo puedo estar contento. Me hubiera gustado llegar al tiempo de mi amigo y referente, José Alberto, que consiguió 43:14 en la 10K de Alcañiz hace un par de semanas.  Pero me quedo con sus palabras, cuando emocionado me escribía lo feliz que se sentía con ese tiempo (no se dieron tampoco las mejores circunstancias ese día para hacer una buena marca) ya que a sus … (10 años más que yo) veía cómo seguía progresando físicamente mejorando sus tiempos en lugar de ir a menos. La constancia, el esfuerzo y sobre todo la ilusión consiguen que una persona venza el deterioro físico propio del paso de los años y sea capaz de progresar más de lo que la naturaleza va tirando para atrás. Y si el se sentía feliz, yo no lo puedo estar menos, ya que si la fortuna de la vida me sigue sonriendo y me permite seguir vivo y con salud algunas décadas más, ya sé que si mantienes la ilusión queda cuerda para rato para disfrutar de la estancia en esta tierra.

Y después de la carrera, bebida, comida y música a discreción, que era para lo que la mayoría de los 20.000 seres se habían apuntado. La Big Easy es así, sus habitantes quizá no sean capaces de encontrar el ritmo en una 10K para no terminar reventados, pero el ritmo de la vida lo tienen bien interiorizado, no pierden el paso.

Tras la llegada. Me acerqué a casa a ducharme a ver si recuperaba el resuello.

Andrina (del grupo Spanish Meetup) y su marido Paul. Son muy majicos.

Sí, hay gente que corrió de esta guisa... Sobran las palabras.

Pues eso, gente para todo.

Esto es al final de la mañana, pero aún quedaba gente con ganas de divertirse.

Nos bajaron al centro en buses escolares. Estuvo bien, jeje.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

After stepping out the house yesterday at 8 in the morning, I realized that it wasn’t the best day to run a 10K race. The thermometer had reached 79 degrees with no sign to stop there and the humidity was so high that it was like you were drinking while breathing… The 21,000 people who signed up for the 31 Crescent City Classic were about to face this scenario, but since most of them looked at this event as a party day, the sunny and suffocating morning wasn’t a problem but a sign of a lovely day.

When you sign up you have to state your expected finishing time. Then you’re given a coloured racing number depending on that time. But I guess people chose to group themselves by mixed colours because maybe looked nicer (this city has this kind of particular relationship with colours). I say that because next to the Kenyans, who expected to run below half an hour, there were human beings whose faces didn’t show any tension about the race; and there were also some over oil-barrel-weighed person who seemed was to spend half an hour just to start running… Consequently, the first two miles were kind of an obstacles race. There were no casualties under my feet, I was lucky for that. Then I found a clear way to run freely, but it was then when I realized that the humidity had wiped out all my energy. My only hope then was just to finish up no matter the time, wishing to find some trace of dignity inside me to help with this only goal.

I crossed the finish line without stopping during the way, while watching many others giving in exhausted. I threw over my head all the water I found here and there, trying to cool my self. The final prize was to beat my personal record I got two years ago (45 minutes): I got it now in 43:51, which is a mediocre time, but knowing that it’s the best I could get from myself, I can only feel happiness. I would’ve liked to get 43:14, which is the time got by my friend and reference José Alberto in the Alcañiz 10K two weeks ago. But I keep his words he emailed me telling me how happy he felt achieving that accomplishment. It wasn’t either the best day to beat any mark, but he got it being … (10 years older than me), and realizing how he was able to physically progress despite his age, instead of going down.

The perseverance, effort, and mostly the wish allow beating the natural physical worn due to the aging process, progressing faster than the nature pushing you down. And I can’t feel less happy than him since I’m 10 years younger, and if I have the fortune of living healthy for a bunch of decades more, I know now that there is still too much time to enjoy life if you keep the wish.

Complimentary drinks, food and music were waiting for the runners, joggers, and walkers after the finish line, which it was the reason to join the event for most of the 20,000 was joining there. We’re in the Big Easy where its inhabitants might not be able to find the right pace to finish up a 10K race, but the pace of life is right inside them, they don’t miss a beat.

 

The 7th ward. Episode 11

Robyn ha claudicado. A sus 19 años ha sido capaz de terminar una carrera universitaria y ha abandonado el nido de sus padres para buscarse la vida en una ciudad tan particular como New Orleans. Incluso ha llegado a hacer turismo lejos de su país (no es lo típico en los norteamericanos) visitando Ecuador. Pero en su aterrizaje en esta ciudad ha tenido la desgracia de elegir un territorio demasiado hostil para su joven piel: para sobrevivir en territorio-Tucker, hay que estar curtido.

Robyn y yo hemos tenido muchas charlas. Me entregué a mi labor de anciano-Zen y trataba de transmitirle esos trucos para la supervivencia que la vida me ha ido enseñado. Le expliqué, por ejemplo, que hay que aceptar que muchas veces no está en nuestra mano cambiar los elementos externos, así que la clave está en cómo nos enfrentamos a ellos. Nadie pudo detener al Katrina, pero hubo gente que tras la ruina se levantó de sus cenizas y volvió a reconstruir su vida, y hubo quienes se rindieron y abandonaron la ciudad para siempre. Del mismo modo, no es posible parar a huracán-Tucker, pero si uno aprende a convivir con él, no es necesario salir huyendo.

Tras dos días sin aparecer por casa, me llamó por teléfono para desahogarse y buscar apoyo para enfrentarnos a Tucker. Quería llamar a la policía para que echaran a Tucker de casa… Intenté tranquilizarle y hacerle ver que antes de hacer algo semejante, era mejor hablar primero con Tucker para ver qué se podía hacer. Ni con mi “experiencia vital” me atrevía a enfrentarme a la situación de que la poli echara de casa por segunda vez en una semana a Tucker… Finalmente quedamos en que vendría por casa por la noche y así hablaríamos con Tucker. Por la noche, Robyn no apareció.

Al día siguiente por la tarde, Robyn vino por fin a casa y lo hizo con un amigo suyo. Fuera había aparcado un camión de mudanza. “Me voy”, fueron sus secas palabras al verme. Hablamos un poco, intenté convencerle de que no era necesario salir huyendo, que tenía pagado todo el mes y no hacía falta que se marchara así, y que además iba a perder los 400 dólares de depósito, pero ya era imposible hacerle cambiar de idea. Se sentía tan intensamente agobiado que necesitaba romper de raíz con todo esto. En dos horas habían cargado todo en el camión y tras agradecerme mis preocupaciones por él, se fue.

Tucker, que una vez más no ha tenido que devolver el depósito a su inquilino (al parecer, nunca jamás se ha visto en la necesidad de devolver el depósito a nadie, todos sus inquilinos han huido sin ser capaces de avisarle con el mes reglamentario de antelación), ha podido abandonar el sofá y se ha instalado en el hueco dejado por Robyn. Lo de la caravana de 800 dólares, no funcionó. Al parecer su calidad estaba a la altura de su precio… Ahora tengo a Tucker más cerca que nunca. Pero todo está bien. Si uno quiere verlo así, la vida es fácil y agradable en 1358 Saint Anthony. Yo lo veo así.

El vacío dejado por Robyn. Tucker se me adelantó a poner su colchón antes de hacer la foto.

Robyn has given up. He’s been able to graduate at 19 and to leave the parents’ nest to start a new life in such a particular city as New Orleans. He has even travelled abroad (not a typical matter for North Americans) visiting Equator. But he hasn’t been very lucky after landing here because he has happened to choose a hostile territory for such a young man: you must be a hardened person to survive in Tucker’s territory.

Robyn and I have talked a lot. I worked hard with him playing my elderly-Zen role trying to pass him all these useful tricks that life has taught me to survive. I explained him, i.e., how we have to face life situations that are impossible to manage and change them. No one could stop Katrina. However, there were people who chose to start over from scratch after the misfortune, while others gave up and never came back. Likewise, it’s impossible to stop hurricane-Tucker, but if you learn how to live near him, there is no need to run away.

After two days off, Robyn called me to let off steam and looking for back in order to fight with Tucker. He wanted to call the police so that they evict Tucker… I tried to calm him down and help him to realize that we should talk with Tucker before doing such a thing as calling the police. I wouldn’t dare to face that situation, to throw the police on Tucker to evict him for second time in a week, even with my “life experience”… Eventually, we agreed on meeting that night in order to talk with Tucker. But Robyn didn’t show up that night.

Next day evening, Robyn showed up with a friend. There was a moving van out. “I’m leaving”, were his sharp words. We talked a little, I tried to convince him to stay, I told him that there was no need to run away since he had paid the whole month, and most importantly, he was going to lose the $400 deposit. But it was too late to change his mind. He felt himself so extremely overwhelmed that he needed to break with this situation once and for all. After two hours he had all his stuff in the van and after sincerely appreciating my worries, he left.

Tucker hasn’t had to give back the deposit to his tenant. It seems that he has never had the need to give the deposit back to anyone since all his tenants have run away with no month notice in advance. And he has left the couch in order to take up the space left by Robyn. The $800 trailer business didn’t work out. Its quality was worth the price… Now Tucker is closer to me than ever. But everything is all right. If one wants to watch it like this, life in 1358 Saint Anthony is easy and pleasant.

The 7th ward. Episode 10

Tucker dormirá en casa esta noche, no va a poder hacerlo en la caravana. Hubiera sido interesante haber presenciado personalmente los acontecimientos acaecidos hoy, pero me he tenido que conformar con su relato. Al menos estoy ya en condiciones de explicar en qué consistía el negocio de las caravanas. Resulta que Tucker había llegado a un acuerdo con el dueño de las mismas (estaba la que usaba él y dos más) para venderlas, encargándose él de hacer de intermediario a cambio de una comisión del 10%. Tucker lleva viviendo 5 años sin trabajar haciendo este tipo de chanchullos, como lo de sub-arrendar la casa. Pero bueno, nada que objetar.

Pero últimamente los negocios no le están saliendo a Tucker como el los planea. Se encontraba esta mañana haciendo sus quehaceres tranquilamente dentro de la caravana, cuando de pronto el vehículo ha empezado a moverse… Tucker ha salido corriendo sin poder entender qué estaba sucediendo, y se ha encontrado con un camión enganchado a la caravana que se la estaba empezando a llevar, así sin más, sin avisar, con él dentro y con todas sus cosas. Lógicamente ha hecho parar al tipo que estaba dentro del camión y ahí ha empezado todo el follón. La policía no ha tardado en aparecer, a la americana, claro: 6 coches patrulla han rodeado el lugar, han puesto todas sus luces a girar y brillar destellantes, y ya estaba montada la película (ya he visto más de una escena de esas por el barrio; creo que lo que vemos en el cine se queda corto…). El caso es que el dueño de las caravanas había conseguido venderlas por su cuenta, incluida la que vivía Tucker, y el comprador se había limitado a llevárselas, tal cual, con todos los “muebles” que pudiera haber dentro. Y la situación, por algún motivo, no le ha acabado de gustar a Tucker… Así que se ha puesto a gritar como un loco (me lo puedo imaginar perfectamente, conozco muy bien esa faceta suya) hasta que le ha parado los pies una vecina de 80 años que le ha dicho que se callara y ha sido ella la que ha empezado a gritar al nuevo dueño de las caravanas, al vendedor que también estaba por allí, y a la policía… La señora ha salido en defensa de Tucker y al parecer ha puesto a caldo a todos los presentes, incluidos los policías. Ha llegado incluso a los insultos racistas diciéndole a Tucker que esto le pasaba por hacer negocios con “Niggers” (palabra bastante despectiva para referirse a los negros). No dejaba de ser curioso el comentario de la buena señora, porque ella es negra como el carbón… El asunto es que esto no ha mejorado mucho las cosas, y la policía se ha puesto de parte del dueño, así que han obligado a Tucker a que sacara todas sus cosas de la caravana de inmediato. Tucker sabe perfectamente que cuando la policía de este país no está de tu parte, es mejor agachar las orejas y obedecer sin rechistar, así que ha sacado todo, lo ha dejado amontonado en la calle, y la caravana se ha perdido por el final de la avenida. Para colmo, el dueño sólo le ha dado 400 dólares de los 2.200 que según parece tendría que haberle dado, ya que la venta ha sido por 22.000 dólares. Y allí se ha quedado Tucker, tirado en la calle con Chubby y Little John, todas sus cosas amontonadas bajo el sol, y la señora que aún seguía rosigando indignada…

Al rato Tucker ha conseguido un camioncito y se ha traído todo para casa. Robyn, que lleva unos días bastante nervioso (a pesar de mis “consejos zen”), ha decidido que esta noche dormiría fuera, no podía afrontar la situación. Tucker ha esparcido sus trastos por toda la casa, ha metido a los perros en la cama de James (no he visto a James, no sé qué opinará de todo esto), y se ha puesto manos a la obra para encontrar un nuevo hogar, y al final ha localizado una caravana del año 1970, creo. Le sale barata, 800 dólares, pero ya tengo ganas de verla para ver qué tipo de engendro es ese… Dice que se la traen mañana. Veremos.

Ahora me ha dicho que esta noche dormirá en el sofá. No lo acabo de ver claro porque sobre el sofá hay una montonada de trastos del traslado del otro día. Ahora está dando vueltas por la casa, no sé dónde terminará durmiendo. Yo me voy a meter de inmediato en mi cama y me aislaré cerrando la cortina. Espero que la noche no me depare ninguna sorpresa…

El sofá está sepultado por ahí abajo. Dudo que duerma en él esta noche...

Yo también he sufrido daños colaterales. La mesa de la izquierda y el estante de la derecha ha pasado a ser parte de mi mobiliario...

La cocina se ha visto bastante perjudicada por la invasión...

A la habitación de James le ha tocado en el reparto un colchón y dos lindos perritos... A little John casi no se le ve, pero está ahí a la derecha.

With no time to translate into English the past episode, I’m forced by the day events to write the new episode. There we go.

Tucker will sleep at home tonight; he won’t be able to do it in his trailer. It might have been interesting to watch in person what happened today, but I’ve to satisfy myself with the story he told me. At least, I’m able to explain now what the trailer business was about. It turns out that Tucker made a deal with the trailers’ owner (there were 2 trailers more besides Tucker’s one) in order to shell them. Tucker would be the middleman getting 10% commission. Tucker has been capable to survive without working for 5 years with this kind of fiddles, as the one of subletting the house. Anyway, I have nothing to complain about it.

But Tucker’s businesses aren’t in a good shape lately. He was doing his chores in the trailer this morning when it starts to move… Tucker runs out to check what is going on and he finds a truck hooked to the trailer trying to take it out with no worries about whoever could be in. Obviously he has stopped the guy in the truck which has triggered all the show. The police have shown up in a short while in that Hollywood-way they love to show up: 6 patrol cars have surrounded the place with all those bright and spinning flashing lights. The movie had started (I’ve seen that kind of scenario some other times at my neighbourhood and I find that films are even too “soft” sometimes…). Anyway, the thing is that the trailers’ owner had sold them by himself, including the one where was living Tucker. The buyer was just taking them with all the “stuff” inside. But this situation was not pleasant for Tucker, I don’t know way… Then, Tucker has started to yell crazily (I can picture that perfectly, I’ve got enough experience on that) until a 80 years old woman, who has shown up by, has stopped him and then she has started herself to scream to the new trailer’s owner, to the seller and to the police…

The woman has backed Tucker up and it seems she has pulled everyone to pieces, including the police. She has even reached to the point of racist insults when she has told Tucker that he’s been stupid because he was doing business with niggers. That was a funny observation since she is as black as coal… And it seems that this situation has made things go worse and the police have started to back up the owner telling Tucker to empty the trailer right away. Tucker perfectly knows how to behave when U.S. police are not on your side. In that case, you better put your tail between your legs, shut your mouth, and do whatever they tell you. Then, he has taken everything out on the pavement and the empty trailer has vanished across the avenue. To make things even worse, the owner has only given him $400 instead of the $2,200 that supposedly he had to give him since the sell was on $22,000. And there we had Tucker left stranded with all his stuff under the sun and the old woman still grumbling…

After a while, Tucker has got a small truck to bring everything back home. Robyn, who has been really nervous lately despite my “zen-counseling”, has decided to sleep out tonight. He couldn’t put up with the situation. Tucker has spread all his stuff across the house, has put his dogs on James’ bed (I haven’t seen James to ask him what he thinks about it), and has started to search for a new trailer. In the end, he has found in the Internet an old, small and cheap trailer built in 1970. It costs $800, rather cheap, so I’m eager to watch it to find out what heap of scrap is… He says that tomorrow is going to make the deal. We’ll see.

Right now he has told me he’s going to sleep on the couch. I’m not able to picture it since the couch is under a huge pile of boxes from the other day moving. Now he’s hanging around in the house, going back and forth. I don’t know where he is going to end up sleeping tonight. I’m going to hide myself in bed right away by drawing the curtain… I wish I won’t find any surprise in the middle of the night.

The 7th ward. Episode 9

Tucker se ha mudado a una caravana. La tiene situada en un solar a unas cuantas manzanas de aquí, suficientemente lejos para que la vida en 1358 Saint Anthony no se vea demasiado perturbada, pero suficientemente cerca como para que le tengamos que ver algún ratico todos los días cuando viene a ducharse, a evacuar, o a lavar la ropa. Durante el último mes, y gracias a su temperamental carácter, ha convertido su propia existencia en una pesadilla. Pero en su suicidio, se ha llevado por delante, cual Katrina, al casero del almacén en el que hasta ahora vivía y que era además el lugar dónde estaba a punto de abrir su negocio de venta de cosas segunda mano.

Pero antes de contar esta historia, conozcamos un poco mejor a este personaje. Tucker no tuvo una infancia sencilla. Variados problemas familiares y algún que otro episodio sórdido en su niñez, configuraron una personalidad agreste, siempre a la defensiva, convencido de que un buen ataque va a ser su mejor defensa. Imagino que todo esto debió hacer la convivencia cerca de él un tanto complicada; debes aprender rápido hasta dónde alcanza su territorio, porque si lo invades, saca las uñas inmediatamente. Aún así, llegó a trabajar durante casi 20 años en el mundo de la televisión, en Miami. Empezó muy joven y vivió diferentes épocas en ese complejo universo hasta que se convirtió en el conocido presentador de un popular “show” al estilo de “Crónicas Marcianas”, “Buenafuente”, o similares. La vida le iba sobre ruedas y pronto llegó a ganar su primer millón de dólares. Como suele ser habitual en estos casos, con la misma facilidad que ganaba el dinero, lo dilapidaba. En Miami no puedes salir a la calle vestido de cualquier manera, hay ciertas normas de la estética y el decoro que deben ser respetadas si no quieres ser hirientemente señalado, y más cuando eres una figura televisiva. Por ello Tucker consideró que debía poseer un fondo de armario digno de una celebridad de Holywood, así como una colección de más de un centenar de gafas, en la que ninguna de las cuales bajaba de los 300 dólares. La vida para él era como una película del Almodóvar de su primera época, puro frenesí. Apenas conozco unas pocas anécdotas de aquella etapa de su vida, pero estoy convencido de que los productores de HBO tendrían material de sobra para unas cuantas temporadas…

Y llegó el momento en el que sintió que debía dar un giro a su vida. Dejó su trabajo en la televisión, metió todas sus posesiones en un trailer (no hablamos de un camión cualquiera de la mudanza, si no de un autentico trailer de 5 ejes), y se dirigió a su ciudad natal, New Orleans. Estamos hablando de la última semana de agosto de 2005. Alguien que no sea de New Orleans quizá no tenga claro cuándo sucedió lo de aquel huracán de nombre Katrina. Pero ninguno de sus habitantes podrá olvidar jamás aquel 28 de agosto de 2005 y los terribles días que le siguieron. Tucker entre ellos.

El trailer no sobrevivió a la tragedia. Sin ningún objeto personal y sin apenas dinero (su intención era vender todo lo que había en el trailer y con ello tendría más que suficiente para empezar una nueva vida), volvió de nuevo a Miami. Confuso y sin horizonte, se puso a trabajar de camarero en un restaurante cambiando radicalmente su aspecto para intentar pasar desapercibido. Aún así había gente que le reconocía; es lo que tiene salir en televisión. Pero el hacía de tripas corazón e intentaba dar un buen servicio para ganarse una buena propina… Cayó en una tremenda depresión, se abandonó a sí mismo y llegó a engordar 30 kilos. Su vida discurría con patines, cuesta abajo y sin frenos, como diría Bebe. Un día estaba mirando una foto que se acababa de hacer con unos amigos, y no se pudo reconocer en ella. Tuvo que ser uno de los colegas el que le dijera, “pero claro que estás en la foto, ¡este eres tú!”. Eso fue una punzada demasiado profunda y dolorosa, despertó del coma en el que estaba viviendo y tuvo la suficiente lucidez para darse cuenta de que o se levantaba ya mismo de sus cenizas, o estaba acabado.

Y emprendió de nuevo rumbo a Nueva Orleans. Y comenzó así esta nueva etapa de su vida, desde cero, en la que ha aprendido a navegar sin timón y con las velas arriadas dejándose llevar por la incierta corriente de los Bayous del Mississippi. El otro día le recordé mi llegada a la casa cuando me dijo que estaba todo patas arriba porque era un periodo de transición, que sólo duraría dos o tres días… y le comenté que me daba la sensación que su vida era una permanente transición. Me sonrío pensativo y dijo: “sí, llevo 5 años en periodo de transición.”

Y su temperamento le ha puesto emoción a la transición. La apertura del negocio se iba retrasando porque había ciertos trabajos interiores (electricidad, fontanería, pintura, etc.) que la peonía contratada por el casero no terminaba de finiquitar. Hay ciertos trabajos que son habitualmente realizados por latinos y su impronta se deja notar; eso del “mañana, mañana…” se convierte en norma habitual de funcionamiento. Esto exasperaba tremendamente a Tucker. Pero también a su casero, ya que Tucker no tenía ningún miramiento en tener todo el día todas las luces encendidas y el aire acondicionado a todo meter, aunque realmente no hiciera falta para nada. La verdad es que a Tucker no le conozco el más mínimo sentimiento ecologista. Así que el casero tuvo la fatal ocurrencia de decirle a Tucker que le pagara la factura de la luz y ya de paso que empezara a pagar el alquiler (cosa que hasta ahora no hacía). El casero no era consciente de dónde se estaba metiendo, había comenzado una guerra que no sabía que tenía perdida de antemano: Tucker puede morir en la contienda, pero morirá matando.

Yo atendía entre emocionado y perplejo al parte diario de Tucker. O venía a casa para contarme las últimas noticias, o me informaba por sms. Y cuando la noticia era más importante, me llamaba por teléfono. Pero sigo. Tras varios enganchones dialécticos que no llevaron más que a enturbiarlo todo aún más, el casero un día le cortó la luz. Tucker, con experiencia en estas lides, descerrajó la tapa de los automáticos, restableció la corriente, e inutilizó la cerraja para que el casero no pudiera volver a hacer nada con la luz. Al día siguiente, el casero entró en el almacén e intentó llevarse el aparato de aire acondicionado (tremendo armatoste), pero no pudo con él y se tuvo que marchar de vacío. Pero Tucker, que tiene siempre una cámara de vídeo grabándolo todo, pudo ver lo sucedido. El casero amenazó a Tucker con denunciarlo, pero fue Tucker el que corrió primero a denunciarlo a él por allanamiento de morada y por el corte del suministro eléctrico… Y finalmente las autoridades aparecieron por el almacén. Y esto fue el principio del fin. La inspección del almacén sacó a la luz innumerables problemas: la cimentación estaba en un peligroso estado, las paredes tenían múltiples fracturas, la instalación eléctrica era ilegal, y no sé cuántos otros defectos más que llevaron a Tucker y al casero a una vista en los tribunales.

Por lo visto, aquí los tribunales de justicia funcionan con agilidad, y en menos de una semana Tucker y el casero estaban ante el juez. Resultado, Tucker disponía de 5 días para abandonar el almacén, y una vez se hubiera marchado, el almacén sería precintado para su posterior demolición… Además, al casero le han caído una serie de multas por valor de unos 25.000 dólares.

Algunos días antes del juicio, como Tucker ya se temía lo que iba a ocurrir, consiguió comprar una caravana no sé con qué chanchullo. El tío realmente no tiene pasta (me pidió un adelanto del alquiler para poder llegar a fin de mes), así que no sé cómo se las apañó para conseguir el vehículo ese. Creo que involucró a otro tipo, porque realmente hay dos caravanas iguales en el solar. En fin, a ver si me entero un día de estos. El caso es que desde el lunes pasado, Tucker está viviendo un poco más apretado que de costumbre, y nosotros también, ya que todos sus trastos los ha vuelto a meter en la casa. Las fotos hablan por si mismas.

No tengo ni idea de si Tucker ha aprendido algo de todo esto, me temo que no. No se le ve muy alegre últimamente, es verdad, pero tampoco le he oído admitir que el asunto se le fue de las manos. El casero le mandó un sms preguntándole si seguía pensando que había merecido la pena llegar a donde habían llegado, pero Tucker seguía diciendo que la afrenta de la luz y el que le pidiera el alquiler, era imperdonable… En fin, Tucker quizá recuerde en alguna ocasión la palabras de su terapeuta recomendándole “temper your passion”, pero no parece que haya interiorizado el mensaje. Por mi parte, yo he aprendido a mantener la distancia de seguridad y soy un espectador de excepción de su devenir diario. Sólo espero estar lo suficientemente lejos para que sus asuntos no me salpiquen demasiado.

Tucker en el camión en el que traía sus trastos

Proceso de descarga

Dentro ya había muchas cosas, pero aún había que meter todo esto.

Aún faltaba casi todo por meter...

La caravana de Tucker. Foto nocturna, no está muy bien, pero sirve.

La puerta y ventana del almacén, precintadas.

Tucker has moved to a trailer (mobile-home). It’s located near by our neighbourhood, some blocks away. It’s far enough to keep life quiet at 1358 Saint Anthony, but close enough to meet Tucker on the daily basis when he comes to have a shower, to use the restroom, or to do the washing. During the last month, his life has become a nightmare thanks to his high-blood-pressured passion. But, committing his suicide, he has blown away his landlord (the store’s owner), as if it were sort of a new Katrina. And that store was the place where he was about to open his thrift business.

But before to tell this story, let’s know a bit better to this character. Tucker’s childhood wasn’t easy. A number of familial problems and some sordid episode being a child shaped a rough personality. He usually is on the defensive and thinks that a good attack is the best self-defence. I find that all these issues made quite difficult to live next to him; you must learn as soon as possible where his boundaries are because you don’t want to see him drawing his claws. Still, he was working for almost 20 years on TV, down in Miami. He started really young and lived different times in that intricate world until he became a well-known TV presenter at a popular night show. Live went smoothly and he soon won his first million dollar. As it usually happens, he won the money as easily as he squandered it. You don’t want to walk around Miami streets with a casual outfit; there are some “decorum” rules to take into account if you don’t want to be pointed out, in particular when you are a famous TV presenter. That’s why Tucker weighed up to own a large closet, the kind of closet which a Hollywood Star should own, as well as a huge glasses collection: he had more than one hundred where none of them were worth less than $300. Tucker’s life was like an Almodovar early movie, pure passion. I hardly know a bunch of his life anecdotes, but I truly believe that HBO producers would have enough stories for a number of seasons…

And then he thought it was time to move on. He left his job in TV, put everything he owned in a trailer (I’m not talking about a regular trailer but a huge-5-axis one), and headed to his birthplace, New Orleans. That happened the last week of august 2005. To someone who is not from New Orleans may not be clear when that hurricane called Katrina came over the city. But none of the New Orlinians will ever forget that August, 28th 2005 and the terrible days that follow. Tucker is among them.

The trailer didn’t make it. It disappeared with the storm. Tucker, whose intention was to sell everything in the trailer so that getting enough money to start over, headed back to Miami with no money and no personal goods. Confused and with no horizon, Tucker found a job as a bartender in a restaurant. He changed his look in order to go unnoticed. Though, there were people who still recognized him; that’s what happens when you have been a TV star. Nevertheless, he pulled himself together and tried to give a good service to get a good tip… He got deeply depressed, neglected himself, and got 65 extra pounds. His life ran downhill with roller-skate and no brakes (excerpt from the Spaniard Bebe’s lyrics). One day, he was watching at a picture took by his friends and he couldn’t recognize himself. One of his mates told him, “hey, of course you’re in the picture, this is you!” This was such a tough sharp-pain that he woke up from his deep coma and had enough clarity to be aware of his situation, and he realized that he had to stand on his ashes or he would be over.

And he headed back again to New Orleans to start a new life time from scratch. Now, he knows how to cruise with no helm and with the main sail down, just letting himself drifting away by the hesitant flow of Mississippi Bayous. I just reminded him some days ago what he told me about the mess in the house, stating that it was only a 2-or-3-days-transition period… Then he thoughtfully smiled and said, “Yes, I’ve been living in a transition period for 5 years now.”

And his temperament has added excitement to this transition. The thrift business it was suffering a delay due to certain jobs (electricity, plumbing, painting…) which were not well addressed by the workers hired by the owner. There are the kinds of works which are usually done by Latinos what means that they leave their stamp there, “mañana, mañana… (tomorrow, tomorrow…)”, and it becomes a rule. This pissed off Tucker. But also his landlord was pissed off since Tucker had all the lights and the AC on all the day long, even with him out. To say the truth, I’ve never noticed any trace of conservationist feelings from Tucker. Then, the landlord made a big mistake: he asked Tucker to pay the electricity bill as well as the month rental (he has not been paying so far due to the works in the store). The landlord wasn’t aware what rough terrain he was stepping in. He had just triggered a war which he had lost it beforehand: Tucker may die on the battle, but he will go down fighting and killing the other.

I was eagerly (and puzzled) attending to the daily news from Tucker. Either he stopped by to give me the last piece of news or did text me. And when the news was more important he phoned me. Anyway, I’ll go on. After a number of tough arguments between them which made things even worse, the landlord cut off the electricity one day. Tucker, experienced enough with this kind of stuff, broke the electricity box, turned on the electricity, and destroyed the lock so that the landlord can’t do it again. Then next day, the landlord went into the store trying to take with him the AC (a really big unit, by the way) but he couldn’t make it and went out empty hands. But Tucker has a video recorder always on and got the landlord images. The landlord threatened Tucker on calling the police but it was Tucker who did it. He accused him of burglary and illegal power cut off… Eventually, the authorities showed up at the store and this was what triggered the final coming events. The inspectors found several serious problems such as a hazardous foundation, walls with a lot of breaks, illegal electrical installation and a number of other defects which leaded Tucker and the landlord to an upcoming meeting at the tribunals.

Apparently, tribunals here work fast and Tucker and the landlord faced the court in less than a week. The sentence: Tucker had 5 days to leave the store and once he was out, the store would be closed waiting for a possible demolition… Besides, the landlord will have to pay a $25,000 fine.

Some days before the judgment, as Tucker suspected that something like that could happen, he got a trailer doing some strange business. He hadn’t the money (in fact, he asked me some money in advance from my next month rental in order to make ends meet), so I can’t figure out how he managed to get the trailer. Anyway, I’ll try to find it out these days. The thing is that since last Monday Tucker is living a bit tighter than he used to. And so we are, since all his stuff is back into the house. Pictures will tell what I mean.

I have no idea whether Tucker has learnt something from all this issue. I’m afraid he has not. He doesn’t look happy these days, this is true, but I neither heard any regret. The landlord sent him a text message asking him if he found all of this issue had been worth the result. However, Tucker kept saying that the power cut off action and asking for the rental was unforgivable… Anyway, it may happen that some day Tucker reminds his therapist advice “temper your passion”, but I don’t find he has already internalized the message. As for me, I’ve learnt to keep a safety gap and I find myself to be a privileged member of the audience in this show. I only wish to be far enough so that his business doesn’t hassle me too much.

 

The 7th ward. Episode 8

Estoy en condiciones de asegurar que 1358 Saint Anthony está viviendo el periodo de mayor estabilidad desde que llegué aquí. Eso siempre puede cambiar en cualquier instante, claro. Y de hecho, la actual situación de Tucker (el está viviendo el periodo de mayor inestabilidad desde que llegué aquí), podría provocar en cualquier momento que la paz que respiramos ahora en nuestro hogar, se viera perturbada. Espero que por lo menos me de tiempo a terminar esta entrada antes de que pase algo… En cualquier caso, Tucker protagonizará en exclusiva el siguiente capítulo. Conviene no perdérselo.

Rachel finalmente no apareció, así que no hubo repintado en rosa de mi hogar. No tengo ni la menor idea de porque no vino, pero creo que ha sido mejor así. En su lugar llegó Robyn, una criatura que a sus 19 años se presenta en su currículum como Operador/editor de cámara, Asistente de producción y Director de cine. Natural de Maryland, se fue a estudiar cinematografía a la universidad Orlando con 17 añitos, haciendo la carrera de 4 años en 2, gracias a un plan intensivo que ofrecían, con 12 horas de clase al día, 6 días a la semana. Y se ha venido a New Orleans porque en la actualidad es donde se cuece la mayor parte del bacalao cinematográfico en los EEUU. Resulta que es el lugar más barato del país para producir una película, y claro, la pela es la pela en todos los lados… Me contaba acerca de una película que se desarrollaba íntegramente en Los Ángeles, pero que había sido rodada completamente en nola… Ya se sabe que en el cine casi todo es mentira. Y bueno, si alguien está interesado en saber más de él, en este enlace se puede ver uno de sus cortos: http://www.vimeo.com/9562846

En cualquier caso, su llegada a la casa fue interesante. Vino con su coche y un remolque de U-Haul (una famosa compañía de alquiler de furgonas y remolques para traslados) cargado a tope con sus enseres. En cosa de dos horas su habitación cobró una inusitada vida. Se trajo su propia cama, una silla de director de cuero, un sofá individual que sólo de verlo dan ganas de dejarse caer y apalancarse durante horas, una lámpara para la mesita de noche, una lámpara de estudio “super-fashion”, una lámpara china para el techo –de esas de papel, pero fea de cojones, vamos-, varias cortinas, un jarrón de porcelana espantoso (para mi gusto, quiero decir), otros adornos variados también de dudoso gusto (vaya, igual es que me estoy haciendo mayor y me sale la vena criticona), algunas fotos familiares, un póster de “Tigre y dragón”, y lo más impresionante, una tremenda alfombra que ocupa casi toda la habitación, de esas típicas que van vendiendo los moros por ahí. Ah, también se trajo dos impresoras tamaño-oficina, una televisión, un jembé con pinta del todo a 100, una guitarra española, un par de mancuernas de 30 libras cada una (joder cómo pesan; haced la cuenta), y dos enormes cajas, una llena de libros y otra llena de botes de proteína en polvo, “Whey” creo que se llama. Me comentaba que la proteína es muy importante para el cuerpo.

Pero lo más interesante de su llegada fue la cara de susto que no sé quitó durante un par de días. Había pagado por adelantado más de 1000 dólares sin saber dónde se metía y de repente se vio en una casa situada en un barrio digamos “curioso”, con un arrendador no menos llamativo (ya sabemos que Tucker es para darle de comer aparte y Robyn no tardó en percatarse de ello), un compañero de piso difícil de catalogar como es James (el colega que pasó el invierno en Alaska), y otro no menos difícil de pillarle el punto, ese ya entrado en años, canosillo, y que con un acento raro le decía que había venido aquí desde la lejana Europa sólo para estudiar inglés… Al segundo día, como pude reconocer en su lánguida mirada un lastimero mensaje que parecía decir algo así como “pero dónde diablos me he metido yo… mamá, mamá, ¿dónde estás?”, lo pillé por banda y estuve haciendo un poco de terapia. Le hablé de Tucker, de su temperamento “pasional” y de cómo hay que saber darle la vuelta, tratarle con mano izquierda y no tenerle en cuenta sus excentricidades… Le hablé también del barrio y da la total ausencia de peligro que yo había percibido en todo este tiempo. Y le hice ver finalmente que en la casa se podía estar realmente a gusto y le prometí que nunca tocaría el saxofón más allá de las 10 de la noche… Posteriormente me reconoció que mi cercanía para con él, a pesar de mi acento raro, le había tranquilizado bastante y había empezado a sentirse mejor. Ahora, dos semanas después de su venida, ya está totalmente relajado y ya ha empezado incluso a tener algunos encontronazos con Tucker. Es que le sale su vena rebelde y contestataria de los 19 años y le pueden las rarezas de Tucker. Y ahí tengo que salir yo, adoptando el rol de anciano de la tribu (bueno, no es que sea un rol, es que es lo que hay, soy el anciano aquí…) y trato de aportar una visión “zen” del asunto haciéndole ver que tiene que ignorar a Tucker y pasar de sus tontadas. Le digo que lo importante no es lo que haga él (el es como es y eso no lo vamos a poder cambiar) si no la actitud que adoptemos frente a eso (es que me llegan powerpoints de esos de autoayuda, y uno aprende mucho, jeje).

En cuanto a James, no ha habido grandes novedades. Sigue siendo para mí ese ser extraño que duerme con la luz encendida y entra y sale de casa con tanto sigilo que es absolutamente imposible advertirlo. Pero la relación con él es correcta, no hay queja. A veces aparece por casa la que debe ser su novia junto con su hija (de ella), pero todavía no he visto a sus dos hijos (de él). No sé dónde están ni si los va a ver ni nada. Bueno, quizá me lo haya contado, pero como no entiendo nada de lo que me dice, pues no sé mucho de su vida. Lo de su acento ya lo he dado por imposible. Me hago a la idea de que es algo así como que un americano va a estudiar español a España y su compañero de piso resulta ser de Cádiz…

Así que ahora que Tucker está viviendo fuera de esta casa (lo cual no le impide entrar y salir cuando le place), se respira un ambiente de cierta serenidad. En todo caso, es mi último mes aquí, ya he decidido (y así se lo he comunicado a Tucker) que el mes de mayo ya no estaré en esta casa. La primera semana me buscaré la vida por algún lado y el resto del mes lo dedicaré a viajar, ya que mis clases habrán terminado. Necesito conocer otros acentos, practicar el idioma con otro tipo de personas… mi formación lingüística lo requiere, no me queda más remedio que viajar… Pero bueno, todo eso aún está por venir, y este mes promete ser muy interesante.

El cuarto de Robyn. Aún no ha conseguido ubicar todos sus trastos. Al fondo, primera imagen de Tucker en este blog...

I can affirm that 1358 Saint Anthony is enjoying the steadiest period since I came here. This could change in any moment, though. In fact, Tuckers’ current situation (he is living his unsteady period since I came here) could trigger a home adversity sooner than later. At least, I hope to have time enough to finish this post before something wrong happens… Anyway, Tucker will be the main character on the next episode. Don’t miss it!

Eventually, Rachel didn’t show up, so there was no home pink re-painting. I have no idea why she didn’t come, but I reckon it’s been better for us. Robyn took her place. He is a 19 y.o. baby whose resume shows him as Camera Operator/Editor, Production Assistant and Filmmaker. Born in Maryland, he studied at Orlando University when he turned 17 and graduated a 4-year major in 2 years, thanks to the intensive program offered by the University: 12 hours a day, 6 days a week. And now he has just moved to Nola because this is the new Hollywood in the US. It turns out to be the cheapest place to produce a movie, and it’s well known that money counts everywhere… He told me about a movie where all the scenes are supposed to belong to LA although it was totally filmed here… movie world is an illusion, of course. Well, if someone is interested on him, here is the link where to watch one of his short-movies: http://www.vimeo.com/9562846

In any case, his coming turned out interesting. He got home with his car towing a small U-Haul trailer top filled with his stuff. In less than two hours his room astonishingly came to live. He brought his own bed, a leather desk chair, an individual armchair which “invited” to lay down on it for hours, a bed site lamp, a state-of-the-art desk lamp, a dreadfully ugly Chinese paper hanging lamp, several curtains, a hideous porcelain vase (not my cup of tea, I mean), a number of dubious taste ornaments (well, maybe it’s my fault, I’m becoming older and I’m always criticizing), some relatives’ pictures, one poster from “Crouching Tiger, Hidden Dragon”, and the most impressive, one huge carpet covering almost all the room, one of those typical carpets sold by the Arabs in the streets. Oh, he also brought two office-sized printers, one TV, a $1-shop-look jembe, a Spanish guitar, two 30-pound dumbbells (30 pounds each one, damn, too heavy…), and two big boxes, one plenty of books and the other one plenty of Whey jars. He told me that proteins are extremely important for our bodies.

However, the most interesting thing about his coming was how he couldn’t help the scare showed in his face for a couple of days. He had paid more than $1000 in advance not knowing where he was going to live. And all of the sudden he found himself in a house located in a, say, “peculiar” neighborhood, meeting a not less peculiar landlord (we know that Tucker must be treated as a special case; and Robyn was aware of that right away), meeting also a roommate (James) difficult to get it (the guy who spent the winter in Alaska), and meeting that grey-haired elderly roommate saying with his strange accent that he had come from the distant Europe only to study English… On the second day, since I noticed from his languid look that he was feeling something like “oh, where the hell am I?… Mum, mum, where are you?”, then I talk to him and tried to do some kind of therapy. I talked about the passionate temper of Tucker and how it’s necessary to be patient and astute to deal with him and his eccentricities… I also talked about the neighborhood pointing out that it’s totally safe. And finally, I tried to prove him that the house was a nice place to live and I promised him not to play my sax after 10pm… Later on he told me that my approach to him that day, despite my weird accent, was reassuring and he felt much better. Now, two weeks after his coming, he’s relaxed and he even has started some fights with Tucker. Well, he is 19 and it’s normal he shows that rebellious character against Tucker’s eccentricities. Then I take the tribe-ancient role (anyway, maybe it’s not a role but a real fact, I’m the oldest here…) and I try to give a “zen” vision of the situation in order to calm the atmosphere and suggesting that is better to ignore Tucker. I tell Robyn that the important thing is not what Tucker does (Tucker is like that and nobody is going to change it) but the attitude to face that situation (you know what, getting so many self-help power points in the mail, teaches you a lot, hehe).

As for James, no important news to mention. He’s still that odd human being who sleeps with the light on and goes back and forth across the house so silent that is impossible to notice whether he is in or he is not. Nevertheless, we get along well so far. His girlfriend is hanging around sometimes with her daughter, but I haven’t seen his two children yet. I don’t know where they are living. And I don’t know if he visits them sometimes, either. Well, he might have told me, but since I don’t understand him, I know very little about his life. His accent is impossible to me. It’s like an American who is going to study Spanish in Spain and his roommate turns out to be from Cadiz…

So, with Tucker living out the house (which doesn’t stop him to come in whenever he wants) there is a calm atmosphere in the house. Anyway, this is my last month here. The decision it’s already taken (and Tucker knows that) and next I’ll be out from this house. During the first week of May I’ll try to stay in a place in the city, and the rest of the month I’ll be traveling due to my classes will be over. I do need to know other accents, I do need to practice the language with many other people… my linguistic training needs that challenge, there is nothing I can do about that but traveling… Anyway, all this issues are yet to come. And this month is coming pretty interesting.

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