El French Quarter Festival, o lo que es lo mismo, más de 200 bandas de todo tipo de música en 3 días, ha terminado. ¿Qué se puede decir ante tal desparrame de música en 18 escenarios distintos, y las decenas de miles de personas yendo de un lado para otro? Cuando todavía quedaba una hora de festival y algún grupo por actuar en algún escenario, ya no podía más y me he ido a casa a desconectar.

Definitivamente, esta ciudad desconcierta bastante, te transmite permanentemente la idea de que la vida es agradable y divertida. Desde que pisamos por primera vez sus calles aquel 1 de febrero, la ciudad no ha dado tregua, si quieres alejarte de la fiesta, debes encerrarte en casa. Digamos que hay un nivel mínimo permanente de fiesta, con la calle Bourbon que nunca duerme, y con los bares de música en vivo los 7 días de la semana, los 365 días del año. Y de tanto en tanto se solapan a esta actividad cotidiana acontecimientos diversos como el Mardi Grass, el fin de semana dedicado a Italia, el St. Patricks day (que dura 10 días), el festival que acabamos de vivir, el JazzFest que empieza en 2 semanas… y aparte de todo esto, innumerables acontecimientos tanto los fines de semana como entre semana que se suceden por variados lugares de la ciudad. Y para colmo, este año también hemos contado con las celebraciones de la Superbowl (aún les dura la emoción del triunfo). Cuando además estás viviendo unas largas vacaciones como yo, la sensación de vivir en un mundo irreal se apodera de uno.

Pero, ¿qué es lo real? ¿Lo que estoy viviendo aquí estos meses es algo real que puede durar indefinidamente o lo real es lo que me tocará vivir de aquí a poco? ¿O ambos escenarios son reales?

La distancia de una situación cotidiana te da una perspectiva nueva para valorarla. Obviamente, necesitaré la distancia de lo que estoy viviendo ahora para hacer una valoración más ajustada. Pero desde donde estoy ahora, lo que puedo valorar es lo que se quedó allí, lo que me espera pronto. Y hay una palabra que creo que puede resumir mi sentimiento: Crispación. Siento que estamos viviendo en permanente estado de crispación. En el trabajo (el que tiene la suerte de tenerlo) la crispación surge en infinidad de ocasiones por innumerables motivos. En las relaciones personales, sobre todo en las más íntimas, se puede pasar de vivir un dulce cuento de hadas a la crispación más absoluta con tan solo una palabra o una mirada. En las relaciones sociales en general, tienes que hacer malabarismos para alejarte de todo aquel que hace germinar a su alrededor la crispación con una facilidad inusitada. En el día a día del país que nos transmiten los medios, con la política (si se le puede seguir llamando así) como cortina de humo que lo impregna todo, la crispación más catastrofista es lo único que mamamos cada día desde hace incontables años (las hemerotecas están ahí). Crispación. De aquí a tres semanas abandonaré esta burbuja paradisíaca que me he creado, para volver al infierno de la crispación. Y además de la calidez del hogar, no me quedará más remedio que volver a refugiarme en lugares donde la crispación tiene vetada su entrada, como La Campana (una cueva, curiosamente), mi local de ensayo con mis queridos compañeros y amigos músicos, los encuentros con amigos para charlar, cenar, tomar una cerveza, ver una peli o lo que sea, y… algunas que otras pequeñas islas con las que sé que puedo contar; y ya.

Lo que también me preocupa es lo fácilmente que te puedes dejar arrastrar hacia ese fango de la crispación, que me puedo dejar arrastrar, en este caso. Hace unos días uno de vosotros me mandó un enlace a un artículo de A. Perez Reverte. Y claro, lo lees y se te calienta la sangre, porque aunque estés de acuerdo o no con todo lo que dice, te hace partícipe de su permanente crispación. Y hoy mismo, otro de vosotros me ha enviado un Power Point en un reenvío de esos masivos, en el que un tipo hace una comparación entre la vida en USA y en España, curiosamente. Y cuando ves que la mayoría de lo que dice es una sarta de mentiras y sobre todo de manipulaciones, encaminadas a seguir alimentando ese odio feroz que la derecha destila en nuestro país, pues consigue que te crispes y sólo me entraban ganas de contestarle. Y sin alejarme de donde estoy, no puedo olvidar la facilidad con la que me crispé cuando toda esa pandilla de evangelizadores  aterrizó en Bourbon St. intentando reventar la fiesta durante el Mardi Gras, y no se me ocurrió otra cosa que hacer un cartel para darles por el culo a ellos… crispación de 98 octanos circulando por mis venas. No, no me gusta que sea tan sencillo dejarse arrastrar.

No voy a poner fotos de las actuaciones de este fin de semana, es tontería, tengo cientos de ellas de las actuaciones, pero no voy a ponerme ahora a seleccionarlas, ya os podéis imaginar cómo es eso. Pero si que quiero poner un vídeo, uno con gente (la mayoría de la ciudad) bailando durante una actuación. No tiene nada de especial, simplemente es gente bailando al estilo Lindy Hop (un derivado del Charleston), y sus variantes. Pero lo que me gusta de estas imágenes que he podido disfrutar en vivo es que me hacían sentir que estoy en un lugar especial, que en esta ciudad (y no estoy hablando de los EEUU) viven la vida de una manera distinta a como estamos acostumbrados. Digamos que en el caso de que la haya, no percibes la crispación en estos seres.

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